Foto: Andrés Galindo

Desde hace un mes, Maria Alejandra Pérez toma dos autobuses diariamente para llegar a su trabajo. La escasez de unidades de transporte en Carabobo la obliga a gastar doble en pasaje. La razón: “Ninguno hace recorrido largo, la mayoría va hasta la Bomba Santa Ana y allí tengo que esperar otro que vaya hacia la Cedeño.”

Hasta hace un mes, Maria Alejandra se levantaba a las 6:00 a.m., acompañaba a sus hijos a la escuela y luego se iba a su trabajo. En aquel momento solo subía a una unidad que la llevaba directo a la Cedeño. “En junio la cosa era más fácil, podía despertarme más tarde, porque solo esperaba 20 minutos y agarraba un autobús”, recordó con nostalgia mientras esperaba en la parada de la Bomba Santa Ana.

Ya no puede llevar a sus hijos al colegio, ahora se despierta a las 5:00 a.m.  deja a los niños dormidos y es su madre quien los acompaña. Pérez tiene que estar a las 6:00 a.m. a más tardar en la parada cercana a la Vivienda Rural de Bárbula. “Si llego a las 6:30 o a las 7:00 a.m., como antes, no me da chance de estar puntual en mi trabajo, porque en ocasiones he tenido que esperar hasta una hora para poder subirme a una buseta”.

Maria Alejandra corre por segunda vez en la parada a ver si tiene la suerte de subirse a un autobús, pero no lo logra. Ya son las 7:00 a.m. y el desespero comienza a apoderarse de ella y de otras 20 personas en la misma situación.

La preocupación embarga cada día a Maria Alejandra. Ya la han devuelto en dos ocasiones de su trabajo por no llegar a las 08:00 a.m. “Además de quedarme sin trabajo, me asusta que por la necesidad de irme me ha tocado estar con un pie afuera y uno adentro del autobús. Hace un par de días una señora se cayó y no quiero que eso me suceda, pero si no me voy así no hay forma de llegar a tiempo”.

Los 40 mil bolívares mensuales que gasta en pasaje representan 29,29% del salario mínimo. “Cada día tomo cuatro autobuses, dos para ir a mi trabajo y dos para regresar. Son dos mil bolívares, porque la mayoría cobra 500 bolívares y en las noches me han cobrado hasta 700 bolívares para poder llegar a mi casa”.

El colector de una unidad un poco vacía grita: “500 bolívares el pasaje, por favor el dinero al subir, quien no los tenga no se puede ir”. María Alejandra logra abordarla, pero paga 200 bolívares más de lo justo.

Cada día la situación se hace más compleja. Ya no comparte con sus hijos, al salir los deja dormidos y al regresar solo le da tiempo de cenar con ellos.

Sus 24 horas se han dividido: Cuando puede duerme ocho horas y pasa nueve horas en el trabajo. Destina dos horas más para llegar a sus labores y otras dos para regresar a su casa. Las tres restantes las usa para asear su hogar y preparar la comida del día siguiente. “En ocasiones estoy tan cansada por estar tanto tiempo parada esperando autobús o por la corredera para poder montarme en alguna unidad, que he ido al trabajo sin almuerzo”. Desde hace un mes la vida de María Alejandra cambió. Más gastos y menos tiempo para compartir con su familia son su nueva realidad.

 




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