El silencio es tan agresivo que aturde. Por momentos es interrumpido por el aleteo de palomas que anidan en la soledad del Hospital de Bucaral. Otras veces, por el chillido de un perro asustado, no acostumbrado a ver personas en los pasillos del abandonado centro de salud. Animales deambulan entre lo que debió ser un consultorio, una sala de emergencia o un quirófano. Nunca se inauguró. Desde 1976 es como un trofeo rojo a la nada. Seis pisos que más de 360 mil habitantes del sur de Valencia y Los guayos utilizarían para mitigar la crisis humanitaria en salud. Pero la burocracia y la corrupción lo impiden.
Allí reina la oscuridad. El techo tiene partes que cuelgan destruidas. Los consultorios están a medio terminar. Julio García, presidente del Colegio de Enfermeros de Carabobo explica que la obra no tiene flujo financiero eficaz desde hace más de 20 años, lo que le ha impedido completarse. “Los recursos solo alcanzaban para el mantenimiento y limpieza, no para las estructuras”. Así, el Hospital Jesús de Nazareth de Bucaral, un tipo III —de las clases más avanzadas de Venezuela— es solo ruinas. Ni un solo paciente ha podido ser atendido allí.
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