Humboldt y Jefferson

Lo que más llamó la atención de Humboldt fue la sencillez y la ausencia de protocolos pomposos y altisonantes de Jefferson, algo muy distinto a lo cual estaba acostumbrado el noble prusiano.

En Florencia (Italia, por supuesto) hay una estatua de bronce que representa a un jabalí. Según una tradición, frotar el hocico del animal trae buena suerte, y muchos turistas siguen esa superstición, y esa parte de la estatua, a diferencia del resto de la escultura, es muy brillante.

Igualmente existe en Puerto Cabello (Venezuela, por supuesto) un busto de Alexander von Humboldt, junto a la entrada del llamado “Cementerio de los Alemanes”. Una tradición rezaba (no sé si todavía) que las jóvenes que frotaran la nariz de Humboldt conseguirían novio pronto, y por eso es la parte más brillante de la superficie de bronce de la efigie.

La relativamente breve presencia de Humboldt en Venezuela dejó una profunda huella en nuestro país, y no solamente en el majestuoso pico merideño: con su nombre tenemos un parque, un hotel, un colegio, y en muchos otros lugares, espacios, instituciones, podemos recordar al científico que, entre otras cosas, se extrañó que nuestro Lago de Valencia no estuviese rodeado de hoteles y otras instalaciones turísticas, como ocurría desde mucho tiempo atrás en los muchos lagos de la geografía europea.

Su llegada a Cumaná en julio de 1799, de donde continuaría a Puerto Cabello y Valencia, para de allí seguir explorando la región andina, y luego ir a Panamá, Cuba y finalmente llegar hasta Washington, donde conocería a Thomas Jefferson, tercer presidente de Estados Unidos (1801-1809).

Según la escritora Andrea Wulf, en su libro “Humboldt y la Invención de la Naturaleza”, el naturalista alemán llegó a Washington en verano de 1804, y encontró una ciudad en ciernes, con todo por hacer y con apenas 4500 habitantes. La famosa “Casa Blanca” estaba en construcción. Aparte una pequeña área que servía de aposento al presidente y su familia, el resto era montones de ladrillos y piedras, tablas y troncos de madera. El terreno estaba delimitado por una precaria cerca, donde la lavandera colgaba la ropa de la familia presidencial, a la vista de todos los transeúntes, cosa que chocó a Humboldt, hombre de noble cuna y acostumbrado a la vida palaciega. Pero hasta aquí es sólo anecdótico, ilustrativo y ¿por qué no? relleno.

Lo importante es que, para sorpresa de Humboldt, Jefferson era una persona sencilla y campechana, imagen de un hombre de campo y poco amante de protocolos.

Pero de claras ideas políticas y sobre cuál debería ser el futuro de la unión de estados: del sur, con sus ideas conservadoras, y del norte más progresistas.

Wulf: “Las diversas facciones discutieron sobre la forma que debía tomar la sociedad estadounidense. Por un lado, estaban Jefferson y sus partidarios, que veían a Estados Unidos como un estado agrario que fortalecía la libertad individual y los derechos de los estados individuales, y por el otro los que abogaban por el comercio y un gobierno central fuerte.”

Pero en medio de todo, según la autora, lo que más llamó la atención de Humboldt fue la sencillez y la ausencia de protocolos pomposos y altisonantes de Jefferson, algo muy distinto a lo cual estaba acostumbrado el noble prusiano.

Sirva esta alusión a Humboldt y Jefferson, en una aparente mezcla sin relación, para resaltar la humildad y sencillez que, con poquísimas excepciones, son características de los presidentes estadounidenses. Muy distintas a los Hitler, Mussolini, Stalin y ahora Putin, tan adictos a los desfiles con gran despliegue de tropas y exhibición de armamento, para atemorizar al pueblo, a los cuales también son afectos los dictadores suramericanos...

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

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Peter Albers

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