Fidel Castro, líder de la Revolución cubana conversando con el papa Francisco. (Foto diarioregistrado.com)

Enfrentada por décadas al fallecido Fidel Castro, la Iglesia Católica logró erigirse en Cuba en único interlocutor del gobierno de Raúl Castro, como mediadora en la liberación de presos políticos y voz crítica de los cambios.

Dejando atrás períodos de duro enfrentamiento en la década de 1960 o de difícil cohabitación desde los años 1970 a comienzos de los 1990, la Iglesia comenzó a ensanchar su espacio con la visita del papa Juan Pablo II en 1998 hasta sentarse en la mesa de negociaciones con Raúl en 2010.

Ese nuevo rol se consolidó en 2012 con la visita del papa Benedicto XVI y con la gira en 2015 del papa Francisco, artífice del deshielo entre Washington y La Habana.

Para saludar las visitas papales de 2012 y 2015, Raúl Castro indultó a unos 6.500 presos -casi 3.000 para Benedicto XVI y 3.522 para Francisco, el mayor número desde la revolución de 1959-, 10 veces más que los que liberó Fidel un mes después de la visita de Juan Pablo II.

Convergencia

El cardenal Jaime Ortega, líder de la Iglesia en Cuba desde hace tres décadas, instaló el 19 de mayo de 2010 un inédito diálogo con Raúl Castro en momentos en que al gobierno comunista le llovían críticas internacionales por los choques con la oposición.

El diálogo dio como fruto la excarcelación de varios presos políticos, entre ellos 52 opositores del grupo de los 75 condenados en 2003, y el cese de hostigamientos contra sus esposas.

Se trataba de «despolarizar una situación que se iba peligrosamente de control, en medio de una escalada de funestas consecuencias para todos los involucrados: opositores, autoridades y sociedad», dijo el académico Armando Chaguaceda, de la Universidad de La Habana.

Raúl escogió a «la mayor institución independiente» en la isla, según Yolanda Prieto, profesora universitaria en Nueva Jersey (Estados Unidos).

Además, se trata de un organismo «con credibilidad» fuera y dentro de Cuba, según Lenier González, exresponsable de una revista católica y actual editor de la plataforma independiente Cuba Posible.

Luego de que su hermano Fidel, fallecido el pasado viernes, le cediera el mando en 2006 al enfermar, Raúl buscó garantizar «la unidad de la nación». La Iglesia, de su lado, se identifica como facilitadora de la reconciliación entre los cubanos.

En los años 1960, la Iglesia demonizó el comunismo y Fidel Castro expulsó más de un centenar de sacerdotes y nacionalizó algunas de sus propiedades, pero ahora el gobierno y la jerarquía católica caminan por la senda del apoyo mutuo, no exentos de críticas de disidentes.

Con la Virgen de la Caridad

La Iglesia dio un espaldarazo a las reformas económicas de Raúl y llamó a los creyentes a apoyarlas, mientras el gobierno le ensanchó el espacio pastoral y respaldó la apertura del primer seminario en la isla en medio siglo y de un activo centro cultural católico.

El gobierno también autorizó la peregrinación durante un año y medio de la imagen de la Virgen de la Caridad por toda la isla, que en casi 30.000 kilómetros recorridos fue venerada por unos cinco millones de cubanos. A la misa campal final en La Habana asistieron varios dirigentes del gobierno.

Todo esto «afianza la libertad religiosa», según el cardenal, así como la misión de atraer a fieles en un país cuyo Estado fue «ateo» desde la década de 1960 hasta inicios de la década de 1990.

No fue una tarea fácil, en una nación donde sólo 15% de sus 11,1 millones de habitantes tiene una religión definida, mientras otro 15% se dice ateo y el 70% practica el sincretismo religioso -mezcla de cristianismo y cultos de origen africano-.

«Se hace necesario continuar eliminando cualquier prejuicio que impida hermanar, en la virtud y en la defensa de nuestra Revolución, a todas y a todos los cubanos, creyentes o no, a los que forman parte de las iglesias cristianas, entre las que se incluyen la católica», dijo Raúl en el VI Congreso del Partido Comunista (único) en abril de 2011.

¿Capelo rojo o verde olivo?

Este acompañamiento fue bendecido por el Vaticano, que ratificó a Ortega como arzobispo de La Habana tras presentar su renuncia al cumplir 75 años, el 18 de octubre de 2011. Sin embargo, levantó ronchas en el sector duro de la oposición y del exilio, que acusó al cardenal de colaborar con el gobierno.

El prestigio de la Iglesia se incrementó luego de que se supiera que el papa Francisco fue quien incentivó que Estados Unidos y Cuba iniciaran un histórico proceso de acercamiento en 2014, tras medio siglo de enemistad.

Esta gestión diplomática clave del papa argentino contribuyó a que miles de cubanos le dieran una cálida bienvenida en las calles de la isla en septiembre de 2015.




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