Basyl Macías será recordada como una periodista defensora de los derechos de los más necesitados. Desde la Mesa de Redacción de El Carabobeño, recibió durante años a miles de personas, que en su mayoría exigía respuestas a las necesidades básicas en sus comunidades, esas que nuestros gobernantes históricamente han sido incapaces de satisfacer a plenitud. Basyl escuchaba con atención, orientaba a los vecinos, trataba de comprender su realidad y, si los veía muy angustiados, hasta les cantaba, porque Basyl tuvo una voz hermosa.

Asumió el compromiso con su profesión como pocos lo hacen. “Humildad y empatía ante todo”, siempre decía a los jóvenes que llegaban a El Carabobeño a realizar prácticas profesionales. En esa etapa de mi vida conocí a Basyl, por allá en 1998, año en que, desde la Universidad del Zulia, me envían como pasante al “Diario del Centro”.

Hubo una conexión inmediata. Me adoptó como un hijo y junto a otra gran compañera, Marbella Jiménez, estaba pendiente de mi colesterol. Tomábamos café en los recesos, hablábamos del día a día y en tiempos de la telenovela “Betty la fea”, nos escapábamos del diario para disfrutar del culebrón.

Por las tardes subía a la redacción y cantaba. Así bajaban las dosis de estrés propias de los medios de comunicación, donde se trabaja contrarreloj. En 2004 me retiré del diario pero mantuvimos el contacto constantemente.

Basyl, fue una madre que me regaló la vida y su muerte me afectó considerablemente, en especial por las circunstancias que rodearon su fallecimiento, porque se despidió de este mundo sufriendo, bajo la mirada indolente de médicos y enfermeras en la Ciudad Hospitalaria Enrique Tejera, quienes a pesar de la insistencia de familiares, la dejaron postrada en una camilla, no suministraron tratamiento oportunamente y la diálisis que requería con emergencia, no llegó a tiempo aunque la gravedad con la que llegó Basyl a la CHET era bastante visible.

Su caso no es exclusivo. Son decenas de familias las que padecen los males de un sistema sanitario enfermo desde hace bastante tiempo, caracterizado por la falta de medicamentos, insumos y equipos. Todo el que haya visitado la emergencia de la CHET, sabe de lo que estoy escribiendo.

Paradójicamente Basyl fue víctima de esa banalización de la muerte que hoy ronda nuestros centros asistenciales, en donde algunos profesionales prefieren mirar para otro lado y no curtirse del sufrimiento de quien agoniza. Por suerte, aún quedan reservas éticas entre los galenos y enfermeras.

En vida ayudó a muchísimas personas a alcanzar reivindicaciones. Con sus notas de prensa visibilizó problemáticas, luchas, demandas, también triunfos y alegrías. Como periodista se entregó a las comunidades, a las que supo escuchar con atención.

Solidaria, empática, risueña, dicharachera, compañera, amiga. Así recordaremos a esta cabimera que hizo de Valencia su casa, que contribuyó por más de 27 años al periodismo carabobeño y que nos deja valiosos recuerdos a todos los que formamos parte de su vida. ¡Hasta siempre Basyl!

 




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