Dr. Guillermo Mendoza Dávila

guillermomendozad@gmdconsultor.com

 

Nada de casual tienen los encuentros del Presidente Maduro con Emmanuel Macron de Francia, John Kerry enviado de Biden a la Cumbre en Egipto o con el Presidente de Portugal. Lo mismo podemos decir de la visita del alto representante del Vaticano a CCS o las negociaciones en México.

Míster Petro ya está alineando los apoyos de Fernández, Lula y el resto de la izquierda latinoamericana para proponer y presionar por la amnistía general para «todo aquel» vinculado con el régimen y con la oposición. Una suerte de borrón y cuenta nueva y aquí no ha pasado nada. Modelado al estilo de las negociaciones de paz en Colombia.

Las sanciones están por caer, quizás incluso a partir de enero al terminar este disparate mal conocido como Interinato y el pichón de Leopoldo sale enlodado por las marramucias de la derecha; a pesar de haber llevado sobre sus hombros la carga y el mensaje de la oposición al mundo entero. La renuncia de un hombre probo como pocos, como lo es el Ing. Calderón Berti, no deja lugar a dudas. Pasar impoluto por el Ministerio de Minas e Hidrocarburos, por la Presidencia de PDVSA, de la OPEP y por la Cancillería, es más que suficiente evidencia de quien es quien.

¿Y ahora, qué? Al final del día todos queremos anticipar lo que está por venir. Por una parte quisiéramos ver la liberación inmediata de los presos políticos y la restitución del estado de derecho (buena suerte con esta); y por la otra la posibilidad más o menos cierta de que aquí la economía se estabilice y comience a crecer sostenidamente. Y rápido.

Con la caída d las sanciones, la renta petrolera debería mejorar con prontitud, en la medida en que las empresas del sector energético internacionales y domésticas comiencen a trabajar sin tantas limitaciones innecesarias e ineficientes. El rescate de los taladros y los gasoductos es quizás más fácil, para vender petróleo crudo y gas; incrementar la capacidad de refinación es más lenta.

Pero la verdadera recuperación solamente llegará a notarse cuando todo el aparato productivo tenga acceso a financiamiento suficiente. Esto implica crédito internacional para todas las áreas de servicios públicos (ya están en eso con la electricidad) y la liberación del financiamiento bancario nacional. Las políticas monetaria y cambiaria habrán de ajustarse a un modelo diferente, donde la banca pueda prestar sin que se dispare la paridad y por ende la inflación.

Eso indefectiblemente implica la generación de confianza en la economía nacional, que es quien eventualmente soporta la moneda. Esta es una de esas condiciones conocida como “necesaria y suficiente.” Hasta tanto los actores económicos en conjunto, que somos todos aquellos laboralmente activos no creamos que esto va a mejorar, pues no va a mejorar. Una profecía autocumplida.

Ahora por el contrario, si el Estado logra promover las medidas que nos hagan creer que “las cosas van a estar mejor” y por ende nos induzcan a comportarnos acorde a esa expectativa, habrá más empleo, mejores remuneraciones, mayor consumo e inversión y como dicen los franceses, voila. Más fácil decirlo que hacerlo, ciertamente, ya que implica un viraje de políticas y condiciones en general. Sin embargo, ese viraje comenzó días atrás y el acercamiento interinstitucional está encaminado. ¡Aun cuando a algunos no les guste reconocerlo!

No cantamos victoria, para nada. Todavía no hemos llegado a ningún lado y quizás estemos viendo con ansiado optimismo estos pininos, unas primeras señas de parte del Ejecutivo de que hay claros espacios de entendimiento. Ciertamente, hay mucha historia y “a quien lo picó macagua, bejuco le para el pelo.”

No obstante, si hay espacios que el empresariado ha logrado conquistar, entendiendo que la política y los negocios no se mezclan. Si bien necesitamos una gestión pública eficiente en la creación de las condiciones generales donde podamos operar, lo nuestro es enfocarnos en los hechos y no en los actores. Seguimos adelante con mucho entusiasmo, trabajando muy duro, quizás más que nunca, y dejando atrás a los agoreros de la economía. La política es otra cosa y allí, por ahora, la suerte ya está echada.




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