Muertos por coronavirus. (Foto Archivo)

Han pasado 31 días desde que en Italia saltó la alarma por el coronavirus, con un balance trágico: el total de personas contagiadas es de 59 mil 138 y los fallecidos son 5 mil 476, hasta el pasado domingo. Fue un viernes, 21 de febrero, cuando se tuvo conocimiento de los primeros contagiados en la provincia de Lodi, a 45 kilómetros de Milán. Codogno, un pueblo de 15 mil habitantes en la provincia de Lodi, se colocó en el mapa de todo el mundo, cuando el llamado «Paciente 1», Mattia, un mánager de 38 años, ingresaba en condiciones gravísimas en el hospital, llegando a contagiar a varios médicos y enfermeros.

Hasta entonces, el Gobierno de Italia había restado importancia a la epidemia y se veía muy lejano el virus de Wuhan. Pero se comprendió la gravedad de la situación cuando en el fin de semana, los días 22 y 23 de febrero, los contagiados fueron 160. De inmediato, cuando habían pasado poco más de 24 horas, el Gobierno se reunió en la tarde del sábado y estableció una zona roja en el área llamada Lodigiano, epicentro de la epidemia del coronavirus, aislando a diez pueblos y sus 50.000 habitantes. Igualmente, se cerró otro pueblo en la región del Véneto: Vo’ Euganeo (Padua), donde había otro foco de contagios.

La eficacia del aislamiento

En las jornadas del sábado y del domingo, el enviado especial de ABC recorrió la zona del Lodigiano y eran pueblos fantasmas. Se pusieron 35 controles en la zona y no se permitía a nadie ni entrar ni salir, salvo por causas de extrema necesidad. El decreto del Gobierno estableció incluso una sanción penal de hasta 12 años de cárcel para quien violara el aislamiento. Además, ordenaba la prohibición de excursiones escolares dentro y fuera de Italia, y se cerraban escuelas, museos y tiendas, salvo las de alimentación y farmacias.

El resultado del aislamiento de Codogno y otra decena de pueblos tuvo un resultado espectacular. En poco más de dos semanas, cuando el 10 de marzo el balance oficial en Italia era de 8 mil 514 enfermos y 631 muertos, en Codogno, donde había habido 34 muertos, su alcalde Francesco Passarini, de 35 años, mostraba su satisfacción porque el aislamiento había funcionado y en el pueblo no se producían ya contagios: «Estamos particularmente felices porque hay cero contagios y esto es un gran resultado, pero quiero decir que la cuarentena la hemos seriamente», dijo el alcalde.

Mattarela sensibilizó al país

Aunque el Gobierno italiano llegó tarde en sus previsiones y luego cometió algunos errores, sobre todo porque al inicio algunas regiones quisieron ir por su cuenta adoptando medidas propias, cabe destacar que adoptó de inmediato drásticas medidas. El Ejecutivo siguió los consejos de un comité técnico que nombró al comienzo de la epidemia, compuesto por eminentes científicos: su voz más visible y autorizada es el profesor Walter Ricciardi, de la Organización Mundial de la Salud, que es fiel a su lema que repite en continuación: «Actuaremos siguiendo las evidencias científicas», evitando así toda especulación y el dar palos de ciego.

Fundamental en la sensibilización de Italia, para hacer ver que el coronavirus no era, como se decía en la calle, poco más que una gripe, fue el presidente, Sergio Mattarella, con un discurso televisado a todo el país el 5 de marzo. Matarella les hizo ver a los italianos que el país vivía una auténtica emergencia sanitaria y que eran necesarias medidas drásticas para apagar el fuego que se había declarado ya en el edificio que comparten todos los ciudadanos. Desde el atentado de las Torres gemelas en el año 2001, en Italia no se había producido una intervención parecida de un presidente de la República. En esta ocasión, Mattarella, que representa hoy a la institución más creíble en Italia, sintió la necesidad de transmitir «esperanza y confianza para superar la crisis», haciendo al mismo tiempo una llamada a la unidad y a la responsabilidad de todos los ciudadanos.

Aunque en Italia se comenzó a tomar conciencia de la gravedad de la epidemia, costó trabajo lograr que los italianos siguieran las órdenes del Gobierno y de los médicos, en particular la de no salir a la calle. Aunque los números de contagiados y muertos sí crearon miedo, y siguen asustando, a toda Italia, como reconocía el profesor Massimo Galli, jefe del departamento de enfermedades infecciosas del hospital Sacco de Milán: «Las cifras meten miedo, pero subirán mientras haya gente en la calle». Piero Angela, famoso divulgador científico, da una explicación a este hecho: «Los italianos son indisciplinados por naturaleza, por eso les cuesta trabajo permanecer en casa».

En España, pérdida de tiempo

En España no se hizo esa labor de sensibilización y se perdió un tiempo precioso. El profesor Walter Ricciardi confesó el 14 de marzo, en una entrevista a ABC, que España iba con notable retraso en la adopción de medidas, criticando sin rodeos al gobierno español por su retraso en la adopción de medidas y, muy en particular, calificando de «locura» la manifestación del 8-M: «Eso fue una locura. En efecto, una locura porque el virus está viajando. Y esas grandes manifestaciones le hacen un favor al virus, en vez de obstaculizarlo», dijo Ricciardi, la voz más escuchada por el gobierno italiano. Los datos confirman los argumentos del profesor Ricciardi y el grave error del gobierno español: Antes del 8-M en España ya se habían registrado 300 casos de contagios y varios muertos. En esa fecha, los datos en Italia eran ya dramáticos: el boletín oficial de Protección Civil el 8 de marco destaca que en Italia había 7 mil 375 personas contagiadas y 366 muertos. Se temía entonces que fuera cuestión de pos días que el contagio se extendiera también a España. Solo después de esa fecha Sánchez pareció despertarse. En medios informativos italianos y en los sanitarios se criticó a España por no haber aprovechado la «ventana» de oportunidad que se la había abierto con la experiencia italiana.

Walter Ricciardi, preocupado por la inacción del gobierno español, se permitió darle un consejo mediante ABC: «A España se le puede dar el consejo de no subestimar el peligro y de adoptar lo antes posible las iniciativas que nosotros hemos emprendido. Parece que sean medidas excepcionales, pero hay que tener en cuenta que te puedes encontrar al inicio de la semana con 20 casos y acabar la semana con 2 mil casos. El aumento es exponencial. Por tanto, a aquellos que puedan decir que las medidas son sobredimensionadas hay que decirles que es mejor hacer una cosa de más que hacer demasiado poco y demasiado tarde».

Errores

Es verdad que el gobierno Sánchez decretó, el sábado 14, el estado de alarma en todo el país, con suspensión de clases y limitación de la circulación. Pero, además de ser una medida que llegaba con retraso, se cayó en el grave error de anunciar las medidas un viernes y aprobarlas el sábado, lo que fue aprovechado por los ciudadanos para «escapar» en busca de segundas residencias y a sus pueblos de origen. En este punto también España podía haber aprendido la lección de un error cometido en Italia. El gobierno de Giuseppe Conte había aprobado una semana antes, el sábado 7, un decreto por el que todo el país se declaraba «zona roja». Pero fue suficiente que alguien lo filtrara 3-4 horas antes de su entrada en vigor, para que desde las regiones del norte del país, en particular Lombardía, la más afectada por el coronavirus, miles de italianos se dirigieran a sus pueblos o con sus familias del sur, con el riesgo de difundir la epidemia a las regiones del sur.

En el último fin de semana, Sánchez anunció, entre otras medidas, la creación de un comité científico para asesorar al gobierno. Es una medida importante, pero llega con al menos un mes de retraso. El gobierno italiano lo creó al inicio de la crisis, y después, el 14 de marzo, nombró un comisario extraordinario con poderes ejecutivos para la emergencia del coronavirus, Domenico Arcuri, un mánager que realiza una gestión muy eficaz.

«Estamos en guerra»

Una declaración realizada ayer domingo da idea de cómo se está moviendo para afrontar la grave epidemia: «Estamos en guerra, yo debo encontrar las municiones y hacer que este país la gane antes o mejor que los demás. Por ejemplo, nos sirven 90 millones de mascarillas al mes, un número extraordinario, pero hemos activado todos los canales para lograrlo». Esa idea de que «el país vive la crisis más grave desde la segunda guerra mundial» fue la que transmitió el primer ministro, Giuseppe Conte, para anunciar el «cierre» de Italia, con la adopción del máximo de las medidas que cabía exigirle al Ejecutivo, según reconoce el comité de científicos que le asesora. En síntesis, Conte dijo: Cierro Italia; se paran todas las actividades «no estratégicas», porque el bien más importante es la vida. Sin duda, ha cometido errores, pero ha transmitido al país la sensación de que se adoptan las medidas oportunas. Las encuestas indican que los italianos aprueban la gestión del abogado Giuseppe Conte, que tiene un 71% de consenso, porcentaje no alcanzado en décadas por un primer ministro italiano.

Con información de ABC




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