(Foto AFP)

Japón conmemoró este sábado el sexto aniversario del tsunami que azotó a sus costas seguido por el accidente nuclear de Fukushima, una herida todavía abierta para el país que recuerda una tragedia que dejó 18.446 fallecidos y 123.000 desplazados.

Como cada año durante toda la jornada, miles de personas depositaron flores en los más de 500 kilómetros de costas de las zonas siniestradas del noreste del archipiélago.

En Natori, una de las ciudades más duramente afectadas en la prefectura de Miyagi, un centenar de personas, princialmente parientes y amigos de niños muertos de la escuela local, lanzaron al cielo límpido globos con forma de palomas, constató un reportero de la AFP. Llevaban mensajes para los fallecidos: «Vivirán eternamente en nuestras memorias», decía uno de ellos.

El canal de televisión pública NHK mostraba ya por la mañana imágenes de habitantes lanzando flores al océano para aplacar las almas de los difuntos. «El mar está tan tranquilo hoy», dijo una anciana en la plaza de la ciudad costera de Soma.

Multitudes se recogieron además en Sendai, Ishinomaki, Rikuzentakata, Minamisanriku y en todos los lugares que quedaron para siempre marcados por la triple catástrofe: un sismo, un posterior tsunami en el que 18.446 personas murieron o están desaparecidas y el accidente en la central nuclear de Fukushima.

Actualmente, quedan 123.000 desplazados que no pueden volver a sus hogares por la radiación.

Todo el país observó un minuto de silencio para recordar el momento en el que el 11 de marzo de 2011 un sismo de magnitud 9 en las costas de la isla principal de Honshu sacudió al país creando una gigantesca ola que los japoneses aseguran sólo se produce una vez por milenio.

«Sólo queda pena»

En Tokio, el primer ministro Shinzo Abe presidió al mismo tiempo la ceremonia oficial. En el quinto aniversario, fue la pareja imperial que dirigió la ceremonia marcada por la gran tristeza, pero en esa ocasión el representante de la familia fue el príncipe Akishino.

«El tsunami se llevó a mi padre. Su trabajo estaba estrechamente vinculado con el mar (…). En mi corazón, sólo queda pena», dijo en llantos Yo Chiba, de 41 años.

Al son de la orquesta que interpretaba aires clásicos melancólicos, cada uno de los casi 900 asistentes vestidos de negro, casi únicamente hombres, fue invitado al final de la ceremonia a depositar una flor blanca delante de la estela en donde se grabó: «a las almas de las víctimas de la gran catástrofe del este de Japón».

En la mira, Tokio 2020

Ese 11 de marzo, al final de la jornada, a la tragedia, se sumaron las inquietantes noticias que comenzaban a emerger de dos centrales nucleares de Fukushima, con una primera alerta de evacuación de dos kilómetros, que después fue ampliada a tres y luego a diez.

El accidente fue el peor siniestro nuclear desde el colapso de la central de Chernóbil en 1986.

El primer ministro prometió cuidar tanto los espíritus como los cuerpos de las personas afectadas y desarrollar las regiones alcanzadas [por la catástrofe] en el respeto de sus necesidades. Pero también se comprometió a reforzar la constribución internacional de Japón en la prevención de catástrofes.

Pero numerosos desplazados critican al gobierno de querer acelerar el regreso de los habitantes a las regiones contaminadas para normalizar la situación de cara a los Juegos Olímpicos de Tokio de 2020.

El gobierno quiere mostrar al mundo que el accidente de Fukushima fue resuelto antes de la organización de los juegos Olímpicos, denunció Hiromu Murata, en una conferencia de prensa antes de las conmemoraciones.

«No somos responsables del accidente de la central nuclear. Huimos sólo para proteger a nuestros hijos y nietos de la radiación», lanzó a su lado Miyako Kumamoto, del Comité de organizaciones de víctimas de la catástrofe nuclear.

A pesar de la solidaridad que copó Japón luego del desastre, seis años después se observan numerosos casos de estigmatización de los desplazados de Fukushima, en particular los niños en edad escolar.




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