Chacín actuó como relevista la temporada pasada con Anaheim/ Foto: Archivo

Las Mayores

La vuelta de Jhoulys Chacín a las primeras planas está muy cerca.

Fresca su participación en la recién concluida temporada del beisbol invernal, el lanzador venezolano se siente fuerte y listo para sus próximos retos: ponerse el uniforme de los Padres de San Diego, representar a Venezuela en el Clásico Mundial y reconquistar su estatus como pitcher número uno en una rotación de las Grandes Ligas.

Atrás quedaron los problemas en el hombro derecho y las dos temporadas de transición, tratando de recuperar su antigua condición física.

«La velocidad volvió», asegura, con optimismo.

Es cierto. Lo prueba el archivo de Fangraphs. En 2016 soltó la recta a un promedio de 90,8 millas por hora, una velocidad mayor que la exhibida en sus mejores tiempos con los Rockies de Colorado, en 2013, cuando lanzó 197.1 innings, ganó 14 juegos y dejó 3.47 de efectividad.

Aquella campaña marcó también la antesala de la pesadilla que, afirma, ahora está llegando a su fin.

«Las lesiones vienen y ni cuenta te das», confiesa. «Me lastimé en la temporada muerta. Terminé bien con los Rockies, pero cuando otra vez comencé mi programa de lanzamientos, apareció la lesión. Pensé que era por el tiempo que tenía sin lanzar, pero se trataba del labrum. Una lesión muy mala».

Chacín no consiguió recuperar su estatus en Colorado. No pudo hacer mayor cosa en los entrenamientos primaverales y sólo sumó 11 presentaciones en todo el campeonato. Cerró con 1-7 y 5.40 de promedio, urgido de un remedio que le permitiera recuperar la fortaleza en el hombro y sacarle el cuerpo a la lista de incapacitados.

«Tuve que elegir entre dos decisiones», recuerda. «Operarme el hombro o hacer la rehabilitación. Y me rehabilité. Me inyectaron plasma rico en plaquetas. Me advirtieron que eso tomaría más tiempo, pero como dijo el doctor (James) Andrews, la operación debe ser siempre la última opción. Y la verdad es que me resultó».

Tardó mucho, ciertamente. Más de lo que le habría gustado.

«En 2015 no estuve a un ciento por ciento, aunque volví a lanzar en las Grandes Ligas, con (los Diamondbacks de) Arizona», prosigue. «Sólo me empecé a sentir mejor cuando regresé a Venezuela. La adrenalina del juego (con los Leones del Caracas), la forma cómo me sentí del brazo, todo eso me ayudó a retomar la confianza. Cuando llegué al Spring Training, con Atlanta ya me sentía más fuerte».

Chacín tuvo un buen inicio de 2016 con los Bravos y de inmediato le cambiaron a los Ángeles de Los Ángeles. Era apenas el comienzo del carrusel.

«Fue un año extraño», admite. «Al principio, toda estaba bien. Estaba comandando mis lanzamientos. Luego vino esa mala racha que todo pitcher tiene y perdí mi enfoque. Mi juego es lanzar strikes, estar encima de los bateadores, usar mi sinker, que me den muchos rollings. Entonces, cuando me mandaron para el bulpen, fue como resetearme. Empecé a lanzar strikes, olvidándome de cualquier cosa, saliendo a disfrutar mi juego. Y funcionó».

Sus números aún no fueron los de 2013. Su marca quedó en 6-8, con 4.81 de efectividad. Sin embargo, recorrió 144 entradas, su mayor cantidad en tres años, y tanto su promedio de ponches por cada nueve episodios, como su relación de abanicados por cada base por bolas resultaron los mejores para él desde 2010, su torneo de novato.

«Todo se debió al trabajo que ahora hago cada día con mi hombro», afirmó. «Me lo dijo el doctor Andrews: para volver a ser como antes, debo hacerlo día tras día. No puedo dejarlo descansar, debo fortalecerlo. Y me ha funcionado».

Los Padres repararon en ello. A finales de 2016 le extendieron un contrato por 1,75 millones de dólares, con la posibilidad de ser parte de la rotación. Incluso es uno de los candidatos a tomar la pelota el Día Inaugural, en competencia con Christian Friedrich y tal vez Clayton Richard.

«Eso influyó mucho en mi decisión», admite. «Yo estaba buscando ser abridor. Tenía varias ofertas de otros equipos, pero eran para estar más tiempo en el bullpen que como abridor. En San Diego me veían en la rotación».

Le gusta la idea de volver a la división oeste de la Liga Nacional, donde compitió con los Rockies y los Diamondbacks. Le gusta su nueva ciudad y el Petco Park, su próxima casa.

«Pienso que allí puedo hacer las cosas muy bien», sostiene.

Le fue bien en este último intento con el Caracas, en la pelota invernal. Logró 21 ponches y 5 boletos en 28.1 pasajes, con 2.54 de efectividad en 5 comienzos. Incluso consiguió el permiso de los Padres para participar en los playoffs como refuerzo de los Caribes de Anzoátegui.

«Soy uno de esos pitchers que cuanto más se mantienen lanzando, mejor», explica. «Así llego mejor al Spring Training y tengo una mejor temporada. Jugar en Venezuela me da el roce de la competencia. Hay muchos bateadores buenos y eso me ayuda mucho a llegar bien a los entrenamientos primaverales».

Faltan pocos días para eso. En un par de semanas estará practicando con su nuevo uniforme, con grandes metas.

«Ellos están esperando que lance 180 o 200 innings», advierte. «Y esa es mi meta. Los 200 innings son la meta que quiere alcanzar cualquier pitcher en las Mayores».

Por primera vez desde 2013 está en plenitud de condiciones físicas. Por eso lo dice a quien quiera oírlo: el as que brilló en Colorado estará de vuelta con San Diego.




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