José Gregorio Hernández es quizás el personaje venezolano con mayor capacidad de cohesionar al país, polarizado como nunca en torno a un polémico proceso político que ha traído más desaciertos que otra cosa. El médico de los pobres, como se le conocía en vida, será beatificado el próximo viernes 30 de abril, en un hecho sin precedentes en la historia venezolana, pues se trata del primer laico criollo que alcanza este nivel; un santo popular al que se le adjudican milagros desde su muerte el 29 de junio de 1919 y, también, el espíritu más emblemático del culto a María Lionza, aunque esta condición resulte incómoda para los más conservadores.

Con esta beatificación el papa Francisco hizo un guiño de ojo a los venezolanos, quienes esperaban con ansias este momento. Bergoglio ha evitado opinar sobre la crisis nacional, pero nos dio un Beato presente en cada rincón, en cada familia, independientemente de la posición política de los creyentes. Además, con el pasar del tiempo José Gregorio se manifiesta en distintas clases sociales, ya no es exclusivo de los más desposeídos. En los sectores medios igualmente escuchamos testimonios relacionados a sus capacidades curativas, sustentadas en transferencias de prácticas y rutinas biomédicas al ámbito de la cura mística.

El médico de los pobres también visibiliza el poder de los más vulnerables. Aplica la consigna de que los santos son elevados a los altarespor el mismo pueblo. A José Gregorio se le venera prácticamente desde el instante en que murió. A su funeral asistieron unas 30 mil personas con “el corazón electrizado”, según escribiera el gran Rómulo Gallegos. Además, la gente no permitió que el féretro fuera transportado en la carroza dispuesta para ello, sino exigió llevarlo en hombros gritando “el doctor Hernández es nuestro”, manifestándose una lucha simbólica por el control de su devoción.

Los biógrafos coinciden en que el culto giró inicialmente sobre su tumba en Caracas, convertida en centro de peregrinación. A su vez, historias sobre el poder curativo del médico se fueron expandiendo por toda Venezuela. José Gregorio seguía interviniendo en el mundo de los vivos. La gente hacía promesas que consistían en visitarlo en su morada, llevar ofrendas, fortalecer la fe. A cambio, pedían resolver asuntos relacionados a la salud. José Gregorio cumplía y se fue estructurando una relación de confianza que trasciende las fronteras nacionales.

Testimonios sobre sus actuaciones abundan. En lo particular he escuchado algunos en los que se describen visitas y hasta operaciones realizadas por el propio José Gregorio. Siempre deja rastros de su intervención, como algodones con sangre, instrumentos quirúrgicos evidentemente usados y hasta récipes con su letra. Además, familiares afirman observar sombras en las noches. La manifestación más grande de su accionar: pacientes totalmente curados, algunos al borde de la muerte.

La trayectoria de José Gregorio Hernández fue aumentando. En 1949 la iglesia católica decide intervenir e inicia la recolección de información sobre los milagros. En 1958 se envía a Roma información valiosa relacionada a sus actos, lo que permitió iniciar los pasos por el camino de la canonización. En 1971 se aprueba el grado de “fama de santidad”; en 1975 su cuerpo es trasladado a la iglesia la Candelaria, en Caracas y en 1986, el papa Juan Pablo II lo declara Venerable. En 2020, en plena pandemia por coronavirus, los venezolanos recibieron con júbilo el anuncio de la beatificación.

Pero las luchas simbólicas sobre la figura de José Gregorio Hernández se han ido visibilizando con el pasar del tiempo. No es solamente un santo para los católicos, el médico de los pobres tiene otra faceta investigada con interés por cientistas locales y extranjeros:el José Gregorio Hernández de los espiritistas marialionceros, culto en donde se erige como una de las entidades con más luz, de los más poderosos por su poder de curar.

La antropóloga Angelina Pollak-Eltz afirma en varios de sus libros que esta emblemática figura frecuenta los cuerpos de los médiums de María Lionza desde la década de 1960. Desde entonces se encuentra en la élite del panteón y es una de las entidades terapéuticas con mayor influencia sobre las concepciones de la enfermedad y la curación.Ahora como beato, practicantes del culto consideran que se elevará la luz y fuerza en una entidad que ya estaba al mismo nivel de Simón Bolívar dentro de esta forma de expresión religiosa.

Más allá de las concepciones sobre José Gregorio Hernández, su beatificación nos trae algo de aire fresco en tiempos de turbulencia. El país está contento y seguramente continuaremos presenciando escenas, en las que se siga combinando el paradigma hegemónico biomédico con eficacias místicas bien marcadas en la cultura venezolana. A diferencia de los políticos, nuestro beato es amplio, plural, diverso, flexible, poroso y lo tendremos activo ahora más que nunca, tejiendo espacios de hibridación relacionados a los procesos de salud y enfermedad en la Venezuela actual.




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