La segunda jornada de la gira europea del presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, le llevó este miércoles a Bruselas. En Bélgica, a diferencia de lo ocurrido en la víspera en Londres, donde se vio con el primer ministro Boris Johnson y el ministro de Exteriores, Dominic Raab, y recibió un trato completo de jefe de Gobierno, el encaje de su visita fue mucho más delicado, complicado y polémico por momentos, reseña el portal web de El Mundo.

Bienvenido en el Parlamento Europeo por sus principales grupos, pero no como visita oficial. Recibido por el alto representante para la Política Exterior, Josep Borrell, pero con un perfil lo más bajo posible y con un cuidado extremo en el uso de cada palabra y adjetivo. Y con la duda constante de si viajará a España y será recibido por el presidente Pedro Sánchez. Todo ello, mientras agradecía a las instituciones su apoyo y pedía a líderes y ciudadanos que mantengan la presión frente a la «banalización del mal» que amenaza tras tantos años de violaciones de derechos y destrucción del Estado de Derecho en su país.

En Bruselas, sorpresa en las instituciones e indignación en PP, Ciudadanos o Vox por las dudas de Moncloa. Sobre todo cuando España vuelve a correr el peligro de quedar en zona de nadie y perder ese papel que siempre dice que querer asumir de interlocutor principal de Europa con América Latina. Nadie en el continente comprendería que Guaidó pueda llegar a verse en su gira con Johnson, Emmanuel Macron o Angela Merkel (con los que podría coincidir en Davos o Jerusalén, si son sus siguientes paradas) pero no con el líder socialista. Sobre todo cuando ha sido reconocido como el único presidente válido.

España cambió con Sánchez su postura (y por tanto, la de la UE) sobre las sanciones como método de presión a Maduro. Llegó tarde y mal al reconocimiento de Guaidó. Y ahora vuelve a mostrar toda su debilidad e incapacidad de asumir el liderazgo en el continente en la interlocución. Igual que en Bolivia o Nicaragua.

La situación durante todo el día fue peculiar en Bruselas, llena de prisas, silencios y mensajes contradictorios por todas partes. En la capital comunitaria sólo un alto cargo recibió al presidente encargado o interino: el alto representante para la Política Exterior, Josep Borrell. Ni los presidentes de la Comisión, del Consejo Europeo y de la Eurocámara, Ursula von der Leyen, Charles Michel o David Sassoli, que estaban de viaje. Pero con los que podría coincidir a finales de semana.

Durante todo el día se cruzaron rumores y mensajes incompletos. La posibilidad de que acuda a Madrid, pero sea recibido sólo por la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, que el lunes también desde Bruselas mostró su disponibilidad. O que no acuda a nuestro país, si Sánchez se niega a verlo. «Tenemos las mejores relaciones con España, esperamos concertar una agenda», dijo únicamente el líder opositor al ser preguntado por la pequeña crisis abierta. Su equipo y el de Moncloa siguen negociando y Guaidó no quiso comprometer nada con unas declaraciones agresivas. Necesita a España y creen que todavía hay margen para reconducir el desencuentro.

Borrell mantuvo con él un encuentro, pero con la mayor discreción y buscando el perfil más bajo posible. Sin declaraciones y con una convocatoria de último minuto para los fotógrafos. Su equipo, posteriormente, emitió un comunicado en el que el español expresó «el fuerte apoyo de la UE a la Asamblea Nacional, como el único órgano democráticamente elegido de Venezuela, y por Juan Guaidó como su presidente legítimo». Pero sin moverse un centímetro de la posición de siempre.

«INTENTO DE CONFUNDIR»
La UE, como tal, no puede ir más lejos, pues no todos los Estados miembros reconocen a Guaidó. Italia, Eslovaquia y Chipre no lo han hecho, así que no hay opinión en bloque. Sólo el apoyo a la Asamblea y a Guaidó como su presidente, pero no como interino o encargado hasta que haya las elecciones libres e independientes que el continente reclama. Algo que según el presidente encargado no se da ahora mismo y el llamamiento hace 10 días de Maduro es un «intento de confundir a la opinión internacional», pues no hay ningún tipo de garantías y sí un acoso diario a partidos y políticos.

Por la tarde, Guaidó llegó a la Eurocámara, que en los últimos años ha aprobado resolución tras resolución condenando al régimen de Nicolás Maduro. La última, la semana pasada. No entró por la puerta de personalidades, porque el presidente Sassoli no estaba y no se había cursado una petición de viaje oficial. «Por un error humano y no de protocolo», según el Partido Popular.

Pero el Parlamento puso a su disposición sus servicios, por lo que no tuvo que pasar controles de seguridad y se le facilitaron salas de reuniones y la de prensa, para una convocatoria con los medios.

A la entrada le esperaban el ex presidente de la casa, Antonio Tajani, político italiano firmemente comprometido con la oposición a Maduro desde hace años. También Esteban González Pons, del PP, que hace unos meses fue expulsado nada más poner un pie en el aeropuerto de Caracas y que se vio con Guaidó días después en la selva, cerca de la frontera con Colombia. Y Luis Garicano, de Ciudadanos. La delegación de Vox llegó en el último momento también, en nombre del grupo ECR del que forman parte.

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