Con motivo del Centenario del Nacimiento de San Juan Pablo II, me permito reproducir un breve artículo, escrito por encargo en ocasión de su muerte en el 2005.

Nuestro país ocupo un lugar reconocido aunque necesariamente modesto en el largo pontificado de Karol Wojtyla, 1978-2005. Lejos de ser uno de los gigantes católicos del continente, como Brasil o México, y sin tener tradición de una Iglesia poderosa e influyente, como en Colombia o Perú, nunca dejamos de recibir la atención esmerada de Juan Pablo II.

Para empezar vino 2 veces a Venezuela. En enero de 1985 y en febrero de 1996. Recorrió Caracas de punta a punta, y estuvo en Maracaibo, Mérida, Ciudad Guayana, Guanare y, desde luego, Maiquetía. Millones de venezolanos lo vieron de cerca y escucharon su mensaje en su presencia. En especial los más jóvenes a quiénes dedicó buena parte de su tiempo en nuestra tierra.

En su segunda visita, por invitación del presidente Caldera, el Papa tuvo la gran satisfacción de inaugurar y consagrar el imponente templo votivo dedicado a la Virgen de Coromoto, patrona de Venezuela. Después de la Basílica de Nuestra Señora de la Guadalupe, en Ciudad de México, se trata de uno de los templos más grandes de América.

Juan Pablo II nombró 3 de los 4 cardenales que ha contado el país: José Alí Lebrún Moratinos, Rosalio Castillo Lara, e Ignacio Velasco García. Naturales de Puerto Cabello, San Casimiro y Acarigua, respectivamente. El primero y el tercero fueron, también, Arzobispos de Caracas. El cardenal Castillo Lara, en cambio, ejerció elevadas responsabilidades en la curia vaticana y a la diestra del Papa, entre otras, la de coordinar la elaboración del nuevo Código Canónico.

El 7 de mayo de 1995, en solemne ceremonia en San Pedro, el Santo Padre beatificó a la Madre María de San José. La primera venezolana que ya se acerca a la santificación. Al respecto, si la causa del Venerable José Gregorio Hernández no avanzó más, fue muy a pesar del Papa quien en diversas ocasiones expresó su admiración por nuestro médico milagroso.

Numerosas diócesis fueron creadas por Juan Pablo II: Carora, Puerto Cabello, Guarenas, Acarigua, Punto Fijo, San Fernando de Apure, Carúpano, Valle de la Pascua y la sede conjunta de El Vigía y San Carlos del Zulia, cuyo primer titular fue el antiguo Arzobispo de Maracaibo, Domingo Roa Pérez.

En esta impresionante labor eclesial fue notable la participación de un gran Nuncio del Papa Wojtyla: monseñor Oriano Quillicci; quién, además, contribuyó de manera decisiva para la constitución del Ordinariato Militar, o «diócesis» de las Fuerzas Armadas, y para que la segunda visita Papal tuviera el esperado alcance pastoral.

Su mensaje para Venezuela siempre estuvo centrado en la solidaridad para crecer como nación y para superar las dificultades. Nunca en la confrontación y siempre en la solidaridad.

Venezuela ha perdido un gran amigo acá en la tierra y, al mismo tiempo, ha ganado un gran amigo allá en el cielo. Karol Wojtyla, el Papa polaco, en diversos momentos y por diversos motivos en sus 26 años de pontificado, de alguna manera también fue un poquito venezolano.




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