Juan Pablo Pernalete   ya no estará más en ninguna cancha de basquetbol donde solía practicar esta disciplina deportiva.  Sin despedirse de sus compañeros dejará de lanzar la pelota en esas canastas para siempre, mientras  su sueño de titularse como economista en la Universidad Metropolitana fue  arrebatado cuando su corazón explotó por el impacto, en su tetilla izquierda,  de un perno proveniente, supuestamente,  de una pistola de perno cautiva, vilmente apuntada  al azar por un efectivo de  las Fuerzas de Seguridad del Estado  para aterrorizar a los detractores del gobierno de Nicolás Maduro, concentrados, una vez más,  en la plaza Altamira del municipio Chacao, con el fin de rechazar  las arbitrariedades  y la tiranía del presidente de la República.  Con saña y premeditación,  integrantes de las fuerzas del orden púbico están matando a los venezolanos solo por protestar en contra de las distintas calamidades  económicas, alimentarias, delincuenciales y medicinales, vividas  cada día desde que el  Jefe del Estado llegó al poder y aceitó la palanca castro comunista para acelerar la implantación del Socialismo del Siglo XXI. Según una fuente del sistema de justicia, esa arma es usada para aturdir a los animales y trabaja con aire a presión y a corta distancia, lo cual significa que  quien la apuntó consideraba a los manifestantes animales, a los cuales era mejor eliminar para que no continuaran estorbando a la revolución bolivariana.

El asesino de Juan Pablo fue un cobarde y adepto a quienes son responsables de la debacle de este país y de su gente. A quemarropa le cortaron su respirar y el latir de su corazón. Todo planificado para no dejar huellas del delito y acusar a los dirigentes políticos opositores de las muertes de quienes les acompañan diariamente a levantar la voz en contra de la opresión, el hambre y la tiranía de un presidente que aunque llegó al poder por el voto popular,  lo único que ha hecho es violar los preceptos constitucionales para anclarse en el mandato y convertir a Venezuela en la Cuba de Fidel, llena de pobres, dependientes de las migajas del gobierno y totalmente adoctrinados a favor de la revolución, aunque sus dientes estén carcomidos por las caries,  por no contar con crema dental para lavárselos; su cabello sucio por no tener champú para lavárselo y los pies descalzos, porque en comunismo, un par de zapato de cuero y bueno es un lujo que solo se lo puede dar el mandamás, mientras que para la población unas cholas son suficiente, al igual que siete kilos de frijol al mes y a veces un kilo de proteína animal.

Aunque aún no se sabe cuál tipo de arma fue la usada para acabar con la vida de ese  joven inocente, cuyo único delito fue salir a la calle a protestar por un futuro digno para todos los venezolanos y la de sus futuros hijos,  si se conoció que su pulso dejo de latir por  un golpe seco que no dejó herida porque el arma usada no tiene bala y que el perno salió y retornó al arma”.

Cuesta creer que militares y policías venezolanos estén matando a jóvenes compatriotas por defender una causa que también puede ser la de ellos, la defensa de la democracia, la Constitución Nacional y las libertades públicas. Ni en El Caracazo ni en los golpes del 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992,  se vio una acción tan criminal contra el pueblo. Será que los responsables de la treintena de muertos en el país desde que se iniciaron las protestas, el primero de abril de 2017, son los mercenarios cubanos y de otras latitudes gobernadas, igualmente, por presidentes totalitarios? Serán los mercenarios cubanos que están matando a mansalva por la defensa de la revolución y para garantizar su estadía en este país? Es probable que la respuesta sea positiva, en virtud del modus operandi de los asesinos de las jóvenes fallecidos durante estas protestas que ha desnudado el rostro criminal de la revolución bolivariana, cuyo gerente perdió la capacidad de gobernar, porque no hay proyectos factibles de ejecutar ante la quiebra del aparato productivo nacional y la ruina de más del 80 por ciento de las empresas, obligadas a bajar su Santamaría por la falta de divisas para adquirir materia prima e insumos de producción. Aunque Nicolás Maduro mando a encender varios motores de producción, su arranque no ha ocurrido exitosamente, por la falta de credibilidad de su proyecto político socialista.

La  esquizofrenia con que gobierna le hace invertir más en armas  que en comida y medicinas  para poder enfrentar la supuesta invasión norteamericana que no lo deja dormir en paz y le produce pesadillas cada noche, hasta el punto de haber armado a más de 500 milicianos y dotado de revólveres, metralletas, granadas, pistolas y demás armas de fuego a los colectivos para defender la revolución y matar a quienes ponen en peligro su estabilidad en el poder. Crearon esos monstruos para asesinar a sus detractores políticos y desde que se iniciaron las protestas en contra de la tiranía madurista y a favor de la democracia, su lealtad ha sido comprobada con  más de 30 asesinatos, muchos de los cuales con un tiro certero en la cabeza, como el vil asesinato de Paola, en San Cristóbal, muchos heridos y más de 1 mil 400 detenidos arbitrariamente. Un escenario nada alentador ni proclive para el desarrollo de un diálogo que nunca se dio ni se dará, porque con tiros, tanquetas y bombas lacrimógenas no se puede dialogar, menos cuando el presidente está divorciado de la realidad que él ha provocado con sus políticas neocomunistas y mientras los opositores le exigen respete la constitución y las leyes, él y su esposa Cilia bailan salsa,  en el estudio de televisión donde transmite su programa, como si nada pasara, como si en el país, la sangre de mucha gente no haya corrido por las calles donde marchan exigiendo elecciones de gobernadores y alcaldes, retorno de sus competencias a la Asamblea Nacional, apertura del canal humanitario y retomar el hilo constitucional, roto con las sentencias del Tribunal Supremo de Justicia que dejan acéfala al parlamento venezolano.

Actitud despiadada e inhumana, propia de un dictador y tirano, al cual no le importa el sentir de la población, sino mantenerse en el poder a costa del sufrimiento de la ciudadanía. Su visión de país es angosta y repleta de arbitrariedad e inconstitucionalidad. Por eso, no le duele la muerte de ningún venezolano que sea su detractor ni de quienes están pasando hambre o mueren por falta de un medicamento y desnutrición. Tampoco le interesa que el muerto sea uno de sus seguidores, a los cuales, la mayoría de las veces, les obligan a asistir a las marchas y concentraciones ni los muchachos pertenecientes a la Fuerza Armada Nacional, a quienes ordenan disparar contra sus semejantes, por el único pecado de disentir de un gobierno, cuyo objetivo principal no es aupar el desarrollo holístico de la nación, sino mantenerse en poder a costa de cualquier cosa, aunque sea a fuerza de la represión y la consolidación del populismo y la demagogia.

Al parecer, su proyecto fundamental es financiar la represión y  su visión productiva es importar fusiles y armas para defender la revolución bolivariana o propiciar una guerra civil interna y no para defenderse de los supuestos enemigos externos que quieren, a su juicio, invadir a Venezuela. Mientras esa concepción prevalezca en la mente de quienes gobiernan  a Venezuela, seguirán despidiéndose de  la vida,  inocentes como Juan Pablo, Paola, Jairo Ortiz, Gruseny Canelón, Daniel Queliz y Christian Humberto Ochoa y los otros tantos fallecidos en estos enfrentamientos, resultantes por la carencia de un demócrata ejerciendo el poder en el palacio de Miraflores.




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