Un 36 de marzo de 1812 era Jueves Santo, los feligreses estaban en las iglesias por motivo de Semana Santa. Un terremoto destruyó las ciudades de Caracas, Barquisimeto, Mérida, El Tocuyo, San Felipe y otras localidades cercanas.

Se calcula que en Caracas murieron unas 10 mil personas, cuando apenas la población era de 44 mil. Como el 19 de abril de 1810 había caído también un Jueves Santo, se les hizo creer a los venezolanos que estaban pagando un castigo del cielo.

Simón Bolívar pasó el terremoto en su casa, cuando se enteró que un grupo de personas predicaban a la multitud en una plaza, haciendo creer que el castigo vivo de Dios por haber separado la Provincia de Venezuela de la autoridad del Rey de España.

El Libertador trepó en mangas de camisa sobre las ruinas, para apartar a uno de los predicadores y pronunciar su discurso en el que aseguró que el fenómeno sólo era un acontecimiento natural ajeno de ideas políticas y religiosas.

«Si la naturaleza se opone a nuestros designios, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca», manifestó.




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