En tan complejos, difíciles y dramáticos tiempos, como los que vive Venezuela, los análisis y las propuestas no deben limitarse a áreas tradicionales, como la economía, la sociología, la política, los derechos humanos y ciudadanos. Elementos propios de lo personal, de la gente, también intervienen en el problema nacional. El incremento de la agresividad y la ansiedad en la gente, también son elementos para observación y análisis. Así como la agresividad es necesaria en niveles manejables, para que podamos responder activamente y eficientemente ante el peligro, así también un grado básico de ansiedad puede facilitar nuestra adaptación y la sobrevivencia, cuando fuertes presiones naturales y sociales nos bombardean -sin tregua-, con todo tipo de exigencias. Pero, la presencia constante de la ansiedad en una persona no siempre es beneficiosa. Puede ser más perjudicial que beneficiosa, y a veces desastrosa. Cuando una persona responde frecuentemente a través de sus sentimientos muy cargados de ansiedad, debe buscar asistencia profesional psiquiátrica o psicológica. Por alguna razón aprendida, se presenta la ansiedad en las personas. Siempre hemos escuchado hablar de la “sabiduría” del organismo humano.  Esto en esencia es verdad; existen bases científicas para soportar esa beneficiosa “sabiduría”.

Pero, ¿cómo es que hablamos de una “sabiduría” física y mental, cuando entramos con tanta frecuencia en estados de ansiedad? A primera vista parece contradictorio. Pero, hay algunos argumentos valiosos, como los de Sarah Edelmann, psicóloga, quien en su libro ‘Cambie su Forma de Pensar’ (University of Sydney, Australia, 2017, Penguin Books), emite opinión, algo radical, sobre la ansiedad. Según Edelmann, la ansiedad genera sentimientos y sensaciones no agradables, pero ha tenido -y tiene- una importante función en la evolución y desarrollo del ser humano. Agrega Edelmann que, a través de la historia humana, hemos conocido que los ansiosos obtienen mejor ventaja competitiva, y mayores recursos, en la feroz lucha por la sobrevivencia, aunque pudiesen fallar en el manejo racional de las situaciones, cuando sean de mayor complejidad. ¿Cómo explicar esto? Vemos que los más ansiosos tienen un mejor estado de agudeza visual y auditiva, mayor capacidad de vigilancia y alertas a lo que ocurra, y mejor capacidad de respuesta motriz para el escape o la confrontación, ante las amenazas y peligros reales…

¿Hay alguna razón particular? ¡Si, la adrenalina! Las dosis extras en el cuerpo sensibilizan las defensas químicas y biológicas, con mayor fortaleza para combatir el dolor y soportarlo. Una persona de bajos niveles de ansiedad puede encontrarse en serias desventajas ante las amenazas externas, porque tiene muy baja respuesta protectora en los momentos extremos del peligro. En este sentido, la ansiedad se parece mucho al estrés. Ambos intervienen como ayudas en condiciones de peligro a la existencia.

Con esta realidad aclarada, nos queda administrar la ansiedad, para usarla como activadora, pero siempre muy conscientes de sus aspectos negativos; particularmente, el deterioro físico y psicológico (estrés) causado por la ansiedad si se establece crónicamente en nosotros. Los seres humanos disponemos de razonamiento e inteligencia para saber qué nos ocurrirá, y actuar, en consecuencia. Las situaciones donde entra en actividad la ansiedad se reconocen fácilmente por las evidencias sentidas y observadas. Si no logramos lo deseado esperemos y sigamos intentando… En confrontaciones violentas, muchos sobreviven porque cuentan con respaldo de su ansiedad… La ansiedad está hoy de nuestra parte. ¡Ver para creer!




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