Foto: Ángel Chacón

La extensa avenida Lara, frontera entre el sur y el centro de Valencia es una vía transitada y que da la impresión de sobrepoblada. Los transeúntes y trabajadores de la zona aseguran que ahí confluyen todo tipo de personas. Entre esas ladrones, asesinos y traficantes.

La av. Lara está abarrotada de vehículos; buses que expulsan humo negro. En sus angostas aceras hay comercios de todo tipo, música a todo volumen y cazadores; personas que miran fijamente a individuos con características especificas para ser víctimas de robos.

Un señor que trabaja cerca de la avenida Soublette sabe como es la movida. «Aquí entre las 7:00 y 8:00 a.m la cosa es terrible. Ves a esos malandros vueltos locos, siempre hay robos. Se montan en los autobuses y es un caos».

Foto: Ángel Chacón

Douglas Heredia, nombre que el señor prefirió usar para evitar represalias. Trabaja en un negocio cercano a una panadería. A sus casi 70 años ha perdido muchas cosas, entre esas una gran cantidad de dientes, pero sus ojos siguen ahí muy atentos.

La cantidad de personas que toman las unidades de transporte en la mañana es masiva. Una experiencia asfixiante. Todos quieren subirse y llegar a sus destinos. Usualmente son la Avenida Bolívar, Universidad, Zona Industrial o El Viñedo, pero es ahí, en ese tumulto de gente cuando el hampa se desata e inician los robos colectivos.

Entre las 2:00 y 3:00 p.m transitar por esa zona también se vuelve un peligro «Es como ponerse una soga al cuello». El cierre temprano de comercios ha hecho que la delincuencia salga más temprano a delinquir. La gente regresa antes de sus trabajos y cuando llegan a los puntos en los que se encuentra la Branger, la Montes de Oca y otras avenidas la gente resguarda sus pertenencias. 

Foto: Ángel Chacón

Una mujer lleva un bolso escolar tricolor en la parte delantera de su cuerpo, así considera ella que no es blanco para que alguien rasgue la tela y le saque el contenido como le ha pasado a otros, pero tampoco es un salvoconducto.

La droga camina en dos patas en la Lara. Heredia la ha visto «Por aquí cerquita llega cada cierto tiempo una camioneta negra y se baja una mujer, muy bonita, con sus curvas y ropa toda apretada. Se acerca al negocio de unos árabes y ellos le dan una bolsa con un contenido blanco que no es precisamente azúcar ni harina, luego le dan dinero y se va»

Es así como una importante avenida de la ciudad se encuentra azotada por el hampa. Miles de personas la recorren día a día. Sin embargo la seguridad parece escasa, aún cuando hay patrullas de punta a punta. Las cosas parecen no cambiar, porque cada tarde y cada mañana los carabobeños que pasan por ahí le huyen a las paradas de buses y prefieren correr detrás de la unidad para evitar que alguien les haga daño. Es una conducta aprendida que Heredia observa con detención y que con un susurro de voz denuncia para que nadie lo escuche, porque es peligroso hablar cuando un grupo quiere que no se sepa nada.

 




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