No se trata de olvidar como tampoco de perdonar, se trata de reconocer cuanto hemos vivido, para poder salir de la prisión del alma, donde esos duros barrotes nos nublan la razón, nos quiebran el entendimiento y nos prolongan el resentimiento”. MBH

La tolerancia es uno de los más importantes preceptos de carácter ético y político cuya observancia garantiza la convivencia en un sistema democrático.

La tolerancia representa el mínimo consenso social necesario para que un régimen funcione de manera civilizada, renunciando expresamente al uso de la violencia para la solución de los conflictos y de las discrepancias políticas y sociales.

Así lo determina la historia de muchos pueblos con conflictos más cruentos que el nuestro.

La democracia debe tolerar todo por justamente ser democracia, pero si tolera todo, corre el peligro de morir de tolerancia. Uno solo es tolerante de verdad con el que es diferente.

La tolerancia no llega a bastar, como actitud pasiva, y puede ser tan solo un disfraz de la conmiseración, de la condescendencia, o de la resignación ante lo irremediable.

Ya pasamos de 18 años sin reconocer la pluralidad de opiniones, pensamientos, convicciones y visiones, largos años irrespetando la diversidad, profundizando la división y la hostilidad entre los venezolanos, olvidando que la armonía y la convivencia son las categorías fundamentales tanto de la existencia humana como de la política.

Mucho tiempo obviando aquella máxima que dictamina que los derechos de cada individuo terminan donde empiezan los derechos de sus semejantes, y los derechos del Estado terminan donde empiezan los Derechos del Ciudadano. Y es que precisamente los derechos del hombre constituyen el primer estamento donde puede detectarse de manera flagrante la intolerancia; la autoridad política que no tolera lo que es en justicia el derecho de otros, más que intolerante, es tiránica y despótica.

Dieciocho años de carencia de argumentos sólidos, que al atacar las ideas, atacan a las personas que las expresan. Dieciocho años sin tolerar a cuantos piensan distinto.

Acá queremos exponer todas las ideas, rojas y azules, que como nuestra epidermis después de un golpe, habrá de ponerse morada; pero también contribuir al deseo de paz y libertad de la mayoría.

Nuestra Nación, además del hambre pareja que la embarga, también está hambrienta de verdaderos demócratas, esos ciudadanos que estén dispuestos a considerar al otro como su igual y exigir sus derechos, pero respetando a los de los demás.

Gilber Caro, diputado a la Asamblea Nacional, perdonó a Luz Mariela Acevedo, capitana y jueza militar encargada de procesar civiles ante la justicia castrense: “Yo decidí perdonar a la juez porque recibí un mensaje de texto, en el cual me dijo que le pedía perdón a todos los venezolanos y a mí como diputado por mi injusto encarcelamiento… Tenemos que reconstruir un país sin odio ni resentimiento. Nosotros pudimos gracias a la fortaleza de un equipo perdonar a la juez y seguir nuestro camino, ese mensaje va para aquellos que estén haciendo injusticias…”.

Aclaramos: el perdón no exime a la ofensora de rendir cuentas de sus actos a la Justicia, sin embargo, la andanada de twitts reprochando tan noble gesto, nos muestra lo que hoy nos queda de país, una nación escindida, fracturada con escasas posibilidades de entendimiento mutuo, por la siembra absurda y nefasta de ese antagonismo radical, como si no hubiese manera alguna sobre la que podamos, como pueblo, entendernos. Debemos prepararnos, desde este momento, para lograr que la tolerancia, la concordia, la convivencia y el dialogo sean los accesos que conduzcan al camino de la reconciliación… ardua labor que todos los venezolanos tenemos por delante.




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