Cuando observamos la famosa obra “Miranda en La Carraca” del eximio pintor valenciano Arturo Michelena, evocamos los días finales del “más universal de los venezolanos” en la prisión de las Cuatro Torres del Arsenal de La Carraca en Cádiz.

Regresando las páginas de nuestra incomparable historia, estudiamos que luego de capitular ante Monteverde el 25 de julio de 1812, Miranda llega a Caracas el día 30
en horas de la mañana, continuando a La Guaira, donde pernoctaría para
embarcarse en el “Saphire” hacia Curazao, con la idea se seguir a Cartagena, plan que conocía Manuel Gual; intento impedido a las tres de la mañana del 31 al ser despertado y apresado por el comandante militar, el coronel Manuel María de la Casas, designado por Miranda, acompañado de los oficiales Carlos Soublette, ayudante del generalísimo, Simón Bolívar, Tomás Montilla y el Dr. Miguel Peña, Gobernador civil también designado por Miranda; ellos consideraban inoportuna la capitulación. En las bóvedas del castillo San Carlos de La Guaira permaneció encadenado dos meses y medio, antes de ser enviado al castillo San Felipe de Puerto Cabello.

Debido al avance exitoso de Bolívar en la Campaña Admirable, Monteverde ordenó el
traslado a Puerto Rico, realizado el 3 de junio de 1813 en el navío “Alerta”; el trato recibido por parte del gobernador y capitán general Meléndez, fue más humano. Desembarca en Cádiz el 5 de enero de 1814; al castillo de las Cuatro Torres en calidad de “Reo de Estado”.

El sacerdote e historiador, el francés Hermano Nectario María, luego de sus profundos estudios, recopilaciones tomadas del Archivo General de Indias de Sevilla, Archivo General del Departamento Marítimo de Cádiz, del Archivo del Arsenal de La Carraca y del Archivo Eclesiástico de la Iglesia del Arsenal, y visita al penal, publicó en 1964 su valiosa
obra “La Verdad sobre Miranda en La Carraca”, patrocinado por el Instituto Venezolano de Cultura Hispánica de Caracas.

La Carraca es una construcción de dos pisos de forma cuadrada de cincuenta metros por lado, data de1763; sobre cada una de las esquinas de la amplia azotea se encuentran cuatro grandes salas con una extensión cada una de 9 x 7 metros, destinadas a: zapatería, depósito de ropa, barbería y depósito de camas; a Miranda por su condición especial, le asignaron la de ropa. Disponía de dos ventanales de un metro por treinta centímetros cada una, lo que le permitían iluminación, ventilación y visibilidad; en la planta baja se encontraban la totalidad de los internos la mayoría militares.

Miranda pudo escribir veintidós cartas. En su idea por escaparse escribía en clave con el seudónimo de José Amindra. Nunca le abrieron juicio por no tener las autoridades los documentos probatorios. El 25 de mayo tuvo un Accidente Cerebro Vascular, siendo remitido a la enfermería del penal, donde permaneció hasta su muerte, acaecida a la una y cinco de la mañana del 14 de julio de 1816. Había recibido el sacramento de la extremaunción por parte del presbítero Juan Francisco de Paula
Vergara, Capellán del penal. Se dice que Miranda se negó, o no recibió el sacramento argumentando: “Déjenme morir en paz”; esta falsedad fue transmitida por el marino peruano Manuel Saurio a Ricardo Becerra. El deceso de Miranda fue registrado en el Libro 5 de difuntos correspondiente a los años 1802 a 1819, Folio 4, Nros.159 y 160.

En vista de que sus restos no fueron reclamados, y con la intención de construir un nuevo cementerio en un área seca, se procedió a clausurar el existente en 1870, colocando las cenizas en una fosa común donde actualmente se encuentra una cruz monumental de hierro con la inscripción “Osario 1875”. En el Panteón Nacional, un cenotafio, espera algún día la llegada de las cenizas del “Caballero andante de la Historia universal”.




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