La creatividad musical es un proceso profundamente arraigado en la psicología humana, que involucra la interacción entre la técnica musical, la intuición y las emociones. En Venezuela, esta creatividad ha florecido a través de la obra de compositores que, aunque menos conocidos internacionalmente que sus colegas en otras categorías, han dejado un legado importante dentro y fuera del país. Muchos compositores venezolanos, tanto en géneros populares como académicos demuestran cómo el entorno cultural y las influencias emocionales pueden fusionarse para generar obras originales y conmovedoras, marcando un hito en la música venezolana.
Uno de los aspectos clave en la creatividad musical es la capacidad de combinar estructuras formales con elementos de la tradición. Inocente Carreño, uno de los grandes exponentes de la música académica venezolana, creó obras que son un claro ejemplo de esta convergencia. Carreño es especialmente recordado por su "Margariteña", una obra sinfónica que capta la esencia de la región insular de Venezuela, de donde provenía. Su capacidad para capturar el paisaje y el alma de su tierra en forma musical es una muestra de cómo la creatividad surge del profundo arraigo cultural y las experiencias personales, algo que la psicología resalta como esencial en el proceso creativo.
La teoría de la "autenticidad" en la creatividad, que sugiere que la obra artística más valiosa es aquella que refleja la verdadera experiencia y emoción del compositor, también puede observarse en los músicos venezolanos. Ilan Chester, un ícono de nuestra música popular, utiliza su creatividad al pasearse en paisajes armónicos inusuales sin perder la comercialidad y amigabilidad de sus melodías, que se tararean de generación en generación. Aunque no es un compositor con formación tradicional, su capacidad para combinar letras emotivas, melodías espectaculares y combinaciones armónicas originales y poderosas lo convierte en un ejemplo claro de cómo la creatividad musical puede ser un vehículo para una expresión genuina y auténtica.
En 1987, comenzando mis estudios de composición en Caracas, conocí a Adina Izarra. Creo que estaba recién llegada de estudiar en Londres. Nos hizo ver la música, filosófica, psicológica y fenomenológicamente hablando 180°. Venía con una nueva perspectiva, una nueva mirada. Cuestionar el porqué de las cosas, pues su música ofrece un enfoque distinto de la creatividad musical tradicional. Totalmente disruptivo.
Adina ha incursionado en la música electroacústica y experimental, fusionando la tecnología con elementos tradicionales venezolanos, por ejemplo. Esto refleja lo que los estudios psicológicos describen como "pensamiento divergente", una forma de creatividad que se caracteriza por la búsqueda de soluciones o expresiones innovadoras y fuera de lo convencional. Ella demuestra cómo la tecnología puede ser una extensión del proceso creativo, ampliando las posibilidades sonoras y desafiando las nociones tradicionales de composición.
La psicología de la creatividad también resalta la importancia de las emociones en el proceso compositivo, y otro claro ejemplo de esto es Evencio Castellanos. Sus composiciones están impregnadas de un profundo sentido de identidad venezolana, como se puede observar en obras como su Santa Cruz de Pacairigua, que mezcla elementos de la música litúrgica y la tradición venezolana. Castellanos encontró en su entorno una fuente constante de inspiración, lo que lo convierte en un claro ejemplo de cómo las emociones y las vivencias personales influyen en la creación de obras artísticas que conectan con el público a un nivel emocional profundo.
Un aspecto fascinante de la creatividad es la "incubación", es decir, el momento en que una idea se desarrolla en la mente de manera subconsciente. Este proceso es igualmente evidente en la obra de Juan Bautista Plaza, quien, a lo largo de su vida, estudió el, hasta entonces, inexplorado folklore venezolano y logró su integración en la música académica. Plaza dedicó tiempo a investigar la música tradicional y luego dejó que esas ideas se "incubaran" para crear obras que conectaban lo popular con lo sinfónico. La teoría de la incubación psicológica sugiere que las mejores ideas creativas a menudo nacen después de un período de descanso mental, y en el caso de Plaza, esta exploración profunda del folclore fue clave para su desarrollo creativo.
Curioso recuerdo tengo con mi gran querido amigo Otilio Galíndez. A todo le hacía una canción. Pero A TODO: A las papas caras, al taxi tardío, a la falta de luz, al techo que se cayó… me llamaba, me la cantaba… y se le olvidaba. Recuerdo que Carlos Pineda, Ilyanova Dávila y yo, quienes éramos sus amigos en común, lo regañábamos pues ¿qué es eso de que se le olvidara una canción? Carlos le regaló un innovador grabador de periodistas para que grabara inmediatamente lo que se lo ocurriera. Días más tarde, dejó el grabador en un taxi perdiéndolo para siempre. Y le hizo una canción al grabador olvidado. Y luego, por supuesto, olvidó la canción del grabador olvidado. Otilio nos explicaba, con su natural y sencilla filosofía que la música es como cuando uno camina a la orilla de un río. Ve una piedrita hermosa, pulidita, redondita. La recoge, la mira, la admira, se deleita y de nuevo la arroja al río y se olvida de la piedrita. Así es la música. Así es la vida. Es para deleitarse. No para guardártela. Sabia lección.
La creatividad musical en Venezuela, ejemplificada por compositores como Inocente Carreño, Ilan Chester, Adina Izarra, Evencio Castellanos, Juan Bautista Plaza y Otilio Galíndez, es el resultado de la combinación de factores psicológicos, emocionales y culturales. Estos compositores no solo dominaron la técnica musical, sino que también supieron canalizar sus emociones y vivencias para crear obras que resuenan con las experiencias colectivas de la sociedad venezolana. Su legado sigue siendo una fuente de inspiración y un testimonio del poder transformador de la música.
De Otilio Galíndez, en la voz de Ilan Chester, “Caramba”: