La crisis económica que se vive en el país aumentó el número de personas que piden colaboración en la calle, pero disminuyó considerablemente la cantidad de donaciones.
La mendicidad en las calles de Valencia, ya no se identifica por personas que en precarias condiciones de apariencia personal, se dedican a pedir ayuda a los otros ciudadanos. En los alrededores de los bancos, de las panaderías, de las iglesias, en parques y plazas, abundan personas normales y corrientes de diferentes edades, que solicitan ayuda económica o algo de lo que el otro haya comprado.
En muchos casos reciben respuestas positivas, pero la mayoría de las veces la gente se excusa argumentando que carece de dinero en efectivo, lo cual es creíble por la falta de billetes en el país.
“Deme un pedazo de pan, señora”, pedía este miércoles una joven a una ciudadana, cerca de la panadería La Torre en el centro. La mujer afortunadamente recibió lo que pedía.
Unos metros más arriba, Alexander José De Sosa, quien tiene años pidiendo ayudas y vendiendo algunas cositas, por su situación de paraplégico, comentó que las colaboraciones han disminuido mucho.
Sus familiares lo dejan en el puesto a las siete de la mañana y lo van a buscar a las cinco de la tarde. Anteriormente a las 10 de la mañana ya había recibido unos seis mil bolívares, pero este miércoles en el mismo tiempo, en su pote de plástico solo reposaba un billete de cien bolívares.
De Sosa señaló que tiene más de 10 años solicitando una pensión al Gobierno, pero todavía no la ha recibido. Piensa que se la merece porque está en esa condición porque un policía le dio un tiro en la espalda.
Al frente de la catedral está en su silla de ruedas Juana Aguilar, una anciana que vive de la caridad pública, pero que últimamente no le ha ido muy bien.
Comentó que detrás de ella hay tres telecajeros automáticos, pero ninguno nunca tiene dinero, y por supuesto la gente no puede darle nada.
“No hay real chama, qué se va a hacer, uno pasa hambre”, señaló.
De acuerdo a lo indicado por Aguilar, ella recibe la pensión del programa social En Amor Mayor, pero no le alcanza para mucho, pues vive en un hotel donde paga diariamente 12 mil bolívares, y el dueño quiere aumentar la habitación. Además necesita comprar sus medicinas y comer. Por eso recurre a la caridad de los ciudadanos.
Una empleada de una panadería de la avenida Bolívar norte, señaló que todas las tardes a las cuadro cuando va a salir el pan, en los alrededores se concentran hasta cinco personas a pedir a los clientes porciones de este alimento. Algunos les dan y otros no.
Las peticiones de colaboraciones de ropa, dinero o alimentos, se extiende por las distintas comunidades de la ciudad, bien sea en urbanizaciones o barrios, porque la gente se las ingenia para no pasar hambre.