La educación adecuada de los hijos ha sido siempre una difícil actividad y un motivo de confrontación de opiniones. Ha sido un arduo transitar por caminos de sorpresas, ante la realidad cambiante de la naturaleza infantil, y los sorprendentes “casos” que nos traen esos seres maravillosos: los niños, niñas y adolescentes de estos tiempos…

Un mundo de maravillosos descubrimientos es el de los niños y adolescentes. Pueden ser muchas las veces cuando los niños o adolescentes se dirijan a nosotros, angustiados y con actitud de reclamo, para decirnos que a ellos ¡nadie los quiere! ¿Sera verdad que eso ocurre, nos preguntamos? Pero, esta pregunta constituye un verdadero reto para nosotros, no sólo por su contenido emocional, aparentemente negativo, sino por las repercusiones que tenga para cada momento en la vida de un niño o adolescente. El asunto, como se aprecia, es que la importancia de una pregunta no podemos dejarla limitada a averiguar si es verdadera, o no; porque lo que está en juego con cada pregunta es una preocupación, que ocurre y expresan los “quejosos” menores o adolescentes. Preguntas como las de la misma categoría inquisitoria, nos hacen, a diario, nuestros hijos o los del vecino, o los niños de la telenovela que miran, con curiosidad y atención, mamás, papás (también), hijos, y otros vecinos de la cuadra…

¡A mí nadie me comprende! suena duro y presionante. Es otra de tantas interrogantes con las que se expresan nuestros niños y adolescentes en vecindarios, casas, escuelas, y en las consultorías de todo el mundo. ¡Todos esperan por respuestas! No les consideremos como seres fastidiosos o como inoportunos criticones; y pensemos, al contrario, que en los cerebros de muchos de nuestros hijos ya puede estar “instalada” una agobiante ansiedad que ellos mismos no logran manejar, y que nosotros como una retadora comprensión, estamos en el deber de, al menos, decirles: ¡”Ok, hijo (a) vamos a ver cómo me explicas qué es lo que te pasa”!

Pero, del otro lado, muchos padres, maestros y amigos también ansiosos, hablan y comentan con expresiones como: “¡No soporto a mis hijos (niños o adolescentes)!” “¡A veces estos niños se hacen enfermos y manipuladores!” “¡A veces los niños presentan fuerte irritación, gritos y rabietas!” “¡A veces nos insultan o agreden, donde sea!” “¡Ahora, ya casi no podemos controlar a esos púberes!” “¡Ahora, esos muchachos viven con puros ensueños y mentiras!” Estos comentarios pueden llegar a un elevado volumen de críticas e insultos, por parte de padres, madres, representantes y otras personas…

Padres, madres, y otros afectados pueden presentar severas confusiones y angustias, y ellos mismos se preguntan, también: ¿Qué pueden hacer? ¿Qué cara ponen? J K L

Los adultos tienen que hacer cierto “trabajo” con ellos mismos, porque hay una serie de temas, como el sexo, la sexualidad, la corrupción y las drogas, que en muchas ocasiones, siendo niños, no tuvieron una respuesta satisfactoria por sus mayores. Las lecturas y conversaciones con otras personas avanzadas en el conocimiento de tópicos difíciles de manejar, son una gran ayuda para los padres en los instantes de asesoramiento a sus hijos… Deben prepararse para manejar adecuadamente las preguntas de los niños y adolescentes. ¿Pero siguen con dificultad para hacerlo? Procuren, entonces, que un amigo confiable les ayude, tanto a ellos como a los menores o adolescentes…

Una normativa muy recomendable para los padres es contestar siempre que podamos, sin evasivas, ¡y ser muy sinceros en las respuestas! ¡Los padres deben conversar con sus menores y adolescentes, sin reprimendas invasivas ni amenazas!

¡Deben lograrse conversaciones muy “livianas” de parte de quienes ayudan a niños y adolescentes! ¡Sin rigideces, en tal forma que haya unión entre los interesados, padres, madres, familiares y allegados afectados, y por supuesto los especialistas, para analizar y aportar recomendaciones sobre el caso! ¡Pero no pedir consejos, o no buscar las opiniones de gente amargada, rígida, supersticiosa, prejuiciosa, o radicalizada, con opiniones extremas y excluyentes! ¡Así se entenderán todos, para beneficio de todos!

Y algo muy importante para padres, madres y otros representantes: ¡Es necesario no mentir!, porque es un principio universal no hacerlo; y porque los niños pueden formarse ideas erróneas y mayores ansiedades. Y porque la desconfianza aparece de inmediato. No es necesario que se diga toda la verdad, basta con la verdad que esté relacionada con la situación planteada, para no sobre dimensionar los problemas, y para no sobre informar ni tensionar a quienes, además, necesitan mucha tranquilidad y paz…




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