Hasta hace poco, el tema de la emigración masiva de venezolanos se apreciaba como un asunto socio-económico, derivado de la catástrofe humanitaria que padece Venezuela, causada por la hegemonía despótica y depredadora que destruye al país. Pero la moneda de la emigración masiva tiene otra cara: la cara de sus consecuencias políticas en relación con países vecinos y en relación con la propia hegemonía.

Sobre esto último se venía afirmando, yo mismo lo hice, que la emigración masiva ayudaba al continuismo de la hegemonía, porque aliviaba –un tanto, la carga de lo queda de Estado, y además facilitaba que entraran al país divisas enviadas por los migrantes para sus familiares en Venezuela. Un experto contador me señaló que así vistas las cosas, la emigración masiva podía hacer las veces de “cuenta de cuadre”, para tratar de ajustar el desbaratado balance venezolano.

Ahora bien, las cifras de la emigración crecen de manera exponencial. Estimaciones variadas la sitúan en 3 millones de personas, es decir el 10% de la población, y otras estimaciones aumentan el número grueso de emigrantes a 4 millones. Y algunas estimaciones proyectan que el total de emigrantes podría escalar a 8 millones en el año que ya comienza, el 2019. Esas son palabras mayores. En verdad, muy mayores.

No sólo por lo que significan en sí mismas, desde la dimensión de la destrucción de una nación, la nación venezolana; sino por lo que pueden significar en términos de crisis socio-económica –y por ende, política—para los principales países receptores de la emigración, en particular Colombia. El vecino país, que ya estaría albergando a más de un millón de inmigrantes venezolanos, que en su gran mayoría también tienen la nacionalidad colombiana, ¿cómo haría para recibir y absorber a corto plazo, digamos que dos millones de inmigrantes adicionales?

La crisis que ello produciría sería de pronóstico reservado, y me refiero a una crisis política de gobernabilidad. Es obvio, que tal situación tendría repercusiones muy importantes en referencia a la hegemonía roja que aún impera en Venezuela. Porque ya ésta no sería sólo el turbomotor de una emigración masiva, sino el turbomotor de una crisis de gobernabilidad o estabilidad en otros países de la región, por el tema de la emigración. Debemos tomar en cuenta esta situación para la lucha que se hace más necesaria que nunca a fin de superar la hegemonía.

 

flegana@gmail.com




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