Por una hora sonó el golpe insistente en la puerta. No hubo respuesta. Era un llamado desesperado de una madre que quería saber de su bebé en la unidad de cuidados intermedios de la Maternidad del Sur, donde sus morochos recién nacidos murieron por diferentes factores como la falta de personal en la institución.
Al menos eso fue lo que Patricia Rausseo escuchó como argumento en la oficina del director del Hospital Materno Infantil Dr. José María Vargas de Valencia. El funcionario le entregó una carta explicando lo que había ocurrido en la madrugada del 9 de enero, esa misma en la que acudió a otra área de la maternidad a pedir que le permitieran entrar a ver a su hijo, del otro lado de la puerta que había golpeado una y otra vez. El recién nacido estaba morado y casi sin respirar.
Aunque, en teoría, en esa unidad hay personal las 24 horas del día, incluyendo un neonatólogo, esa madrugada los niños estaban solos. Patricia iba cada una o dos horas a preguntar por su bebé luego de que el 5 de enero había fallecido Clhoe, morocha de Mike, y temía que ocurriera lo mismo con el varón.
26 días de incertidumbre
Ellos nacieron el 15 de diciembre en la Maternidad del Sur, donde Patricia se estaba controlando el embarazo. Llegó a las 4:30 a.m. a la emergencia con siete centímetros de dilatación, aproximadamente. Rompió fuente y la doctora le dijo que debía poner de su parte para dar a luz porque no había tiempo de llevarla a quirófano para practicarle una cesárea.
A partir de ese momento comenzaron las solicitudes de insumos, medicamentos, exámenes y pago de especialistas.
Lo primero fue dos kits de bebé prematuro porque tenía 35 semanas de embarazo. Primero nació Mike y luego Clhoe. Patricia fue llevada a la sala de observación, comenzó a tener un fuerte sangrado que ameritó un legrado, que le realizaron al día siguiente, luego que un doctor le llamara la atención a quienes la atendieron por no haberse dado cuenta antes.

Al terminar el procedimiento, Patricia preguntó por sus bebés, no los había visto ni sabía nada de ellos hasta que una doctora le dijo: “te tengo una mala noticia, por ser prematuros requirieron oxígeno”.
Pero ella quería más detalles sobre el estado de salud de sus recién nacidos, ante lo que recibió un trato que no esperaba. “¿Tú no escuchas? No ves que te estoy diciendo que están mal”, le dijo la doctora.
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Tampoco había camillero que la llevara en silla de ruedas a ver a sus hijos porque, en su condición, aún no podía caminar.
La mamá de Patricia estaba afuera de la Maternidad del Sur esperando noticias y, aunque preguntaba, no le decían nada. Solo le pedían más insumos.
La historia de la infección en la Maternidad del Sur
Más de 24 horas tuvo que esperar desde el nacimiento de sus morochos para verlos. Cuando le dieron el alta médica le dijeron que estaban en el área de transitorio. Ahí una pediatra le explicó que, por ser prematuros, estaban con cámara de oxígeno y que tenían una infección que, supuestamente, contrajeron en el vientre materno.
Patricia le refutó ese diagnóstico con los resultados de todos sus controles y exámenes durante el embarazo, por lo que, al día siguiente, le mandaron a hacer un hemocultivo a los morochos que salió negativo a cualquier infección.
Los bebés estaban progresando bien. A Mike le quitaron el oxígeno por completo y a Clhoe la cámara que la ayudaba a respirar. Pero de un momento a otro todo cambió. Empezaron a desmejorar.
No estaban tolerando bien la leche que le suministraban, le hablaron a Patricia de enterocolitis, de bacterias y una serie de argumentos para lo que solicitaban más insumos y estudios que la familia costeó con sacrificio.

“Yo lo que menos quería era que me dijeran que les pasó algo malo porque no llevé a tiempo algo de lo que me pidieran”.
El dolor de dos muertes
A ambos niños le pusieron vía central, cuyos honorarios al cirujano e insumos pagó la familia. También pidieron evaluación cardiovascular que a Clhoe no le hicieron porque murió antes.
Patricia no se movía de la Maternidad del Sur, se quedaba en el área denominada casa de abrigo, y pudo ver a la bebé en la madrugada del 5 de enero cuando la enfermera le dijo que todo estaba bien. Pero, a las 4:00 a.m. la llamaron para decirle que estaba botando sangre por la boca y que necesitaba un kit de transfusión que ella tenía a la mano. Cuando lo llevó, le dijeron que la bebé ya había fallecido.
Con todo lo que implica perder a un hijo, Patricia debió seguir fuerte y no separarse de la Maternidad del Sur porque Mike seguía allí.
Insistió hasta lograr que al bebé lo pasaran de transitorio a la unidad de cuidados intermedios. En esa área, supuestamente, estaría mejor atendido con personal las 24 horas del día, incluyendo a un neonatólogo.
“Yo por lo menos quería salir con mi bebé en brazos, porque ya había perdido a la niña”.
Le pidieron otra lista de insumos diferentes, incluyendo un glucómetro. También le hicieron transfusiones tres días consecutivos porque tenía las plaquetas bajas. Una noche, la doctora de guardia le dijo que tuvieron que reanimar al bebé porque tuvo una hipoglicemia. Lo siguiente fueron muchos problemas respiratorios, se descompensó, la saturación de oxígeno y la frecuencia cardíaca le bajó.
Le pusieron un dispositivo de presión positiva continua en las vías respiratorias (CPAC) para ayudarlo a respirar y, a las 3:15 a.m., Patricia fue a ver cómo estaba su bebé, y empezó el segundo peor capítulo de su vida.
Tocó por una hora y nadie salió. Se acercó al área de al lado, la Unidad de Terapia Intensiva Neonatal (UTIN) y le pidió a una enfermera que la ayudara porque no sabía nada de Mike. Ella le abrió la puerta y vio al bebé morado. La enfermera metió las manos en la incubadora, le tocó los pies y el niño no reaccionaba.
A los minutos entraron la enfermera y el doctor de guardia del área de cuidados intermedios. Las siguientes noticias fueron desalentadoras. El bebé convulsionó y tuvo otro episodio de hipoglicemia mientras el personal no estaba en el área. Lo aspiraron, intubaron y trasladaron a UTIN.
Solicitaron a la familia otros insumos, como un tubo más pequeño y Fenobarbital para las convulsiones. También le dijeron que si al niño le daba un paro no lo iba a aguantar.
“Pasó el día dopado, se veía muy mal. Con rabia y tristeza escribí una carta y se la llevé al director. Le expliqué que si el personal hubiese estado en el área se hubiesen dado cuenta que convulsionó y que estaba mal”.

La respuesta del director fue directa. Detalló que estaban escasos de personal y que los que debían estar en cuidados intermedios estaban cubriendo otra área.
Pero esas palabras no fueron consuelo. Como no lo es nada para Patricia desde la madrugada del 10 de enero, cuando falleció Mike.
Fallecimientos diarios en la Maternidad del Sur
En reiteradas oportunidades le dijeron fastidiosa a la mamá de los morochos en la Maternidad del Sur, porque preguntaba por ellos cada dos horas.
Además de la falta de personal, Patricia vio acciones que catalogó como negligencias médicas. “En todo ese tiempo que estuve en la maternidad, día a día veía cómo morían niños a cada momento, eran más los niños que morían que los que daban de alta”.
Cuestionó que no se haga nada para combatir la bacteria tan agresiva que les diagnostican a casi todos los bebés, más allá de administrarles un coctel de antibióticos que no suele funcionar.
“No me explico por qué a mi bebé les salieron esos exámenes negativos cuando nacieron y después tuvieron infección y se complicaron hasta que fallecieron”.
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Relató que mamás de otras ciudades como Maracay y Tinaquillo tienen a sus bebés en la Maternidad del Sur, incluso, recién nacidos de clínicas son hospitalizados ahí. A los padres le exigen utilizar implementos de seguridad para ver a sus bebés. Pero en las áreas donde estaban los recién nacidos delicados, el personal le daba de comer a los gatos que se pasean por transitorio, intermedio y que hasta se suben a las camillas.
También notó que en la maternidad no se hace limpieza a fondo y que los recipientes de basura siempre están rebosados.
“Por irregularidades como esas, muchas mamás salimos sin nuestros bebés en brazos, no llegaron a casa”.