Hoy en día, estadísticas estiman que de cada dos pacientes hipertensos, uno presenta desórdenes respiratorios asociados al sueño, como la apnea del sueño.

Este trastorno, caracterizado por obstrucción en la respiración durante el sueño, sin que el individuo se de cuenta de que está dejando de respirar, desencadena un estado inflamatorio, con liberación de hormonas de estrés (como la adrenalina y el cortisol) y mayor coagulabilidad de la sangre.

Este estado inflamatorio se traduce en un aumento del riesgo de hipertensión arterial y enfermedad cardiovascular. 

¿Cómo puede sospechar si presenta apnea del sueño? “Aunque el ronquido es lo primero que nos viene a la mente, también podemos tener apnea sin ronquido, y la persona puede cursar con sueño excesivo durante el día, sensación de no haber descansado después de una noche de sueño, ahogos observados por su compañero de cama, insomnio y sueño fragmentado”, explica la Dra Lisette Cortes, médico internista e intensivista de Clínica Soñares.

Inclusive, en ocasiones son otras las manifestaciones, por ejemplo sudoración nocturna, olvidos, dificultad para concentrarse, irritabilidad, cambios de humor, dolores de cabeza al despertar, acidez, reflujo, levantarse muchas veces para orinar en la noche, disminución del deseo sexual y disfunción eréctil.

Si la persona es hipertensa, existen cuatro situaciones en las cuales su médico puede determinar si además padece de apnea del sueño:

Si presenta dos o más de los síntomas mencionados.

– Si está recibiendo tratamiento con tres o más medicamentos a dosis máxima y no se logra controlar la presión arterial (esto se conoce como hipertensión resistente).

– Si al realizar un monitoreo ambulatorio de presión arterial (lo que se llama comúnmente MAPA) las cifras de presión arterial no disminuyen en la noche como es esperado, o inclusive aumentan.

– Si la persona es menor de 40 años, y se  ha planteado una posible hipertensión secundaria.

“Para descartar la apnea del sueño, existen diversos exámenes; uno de ellos es la polisomnografia, llamado también estudio de sueño. En él, durante la noche, se miden variables en el paciente como el ritmo cardíaco, oxígeno en sangre, electroencefalograma, para observar la arquitectura del sueño y determinar si se están produciendo apneas (pausas)”, afirma la Dra Cortes.

Una vez diagnosticada, existen alternativas para tratar el trastorno:  en casos leves se cuenta con dispositivos orales, que modifican la posición de la mandíbula y mantienen la vía aérea abierta durante el sueño.  En casos moderados o severos se amerita utilizar una máscara en la nariz o en la boca para así mantener una presión constante de aire en la vía área, impidiendo que ésta colapse.

Si tiene dudas, de un paso al frente por su salud y aclárelas. Dormir tranquilo es posible y además necesario para tener la calidad de vida que usted merece.

La presión arterial elevada antes del embarazo puede incrementar la tendencia al aborto involuntario, según un estudio efectuado por investigadores de los Institutos Nacionales de Salud de EEUU, publicado en la revista Hypertension.

El análisis determinó que por cada aumento de 10 milímetros de mercurio (mmHG), la unidad usada para la presión arterial, el riesgo a perder el embrión durante la gestación aumentó en un 18 % en la población analizada.

Estos hallazgos sugieren que llegar a una presión sanguínea saludable antes del embarazo no sólo podría tener beneficios más adelante en la vida, también reducir las posibilidades de pérdida del embarazo, de acuerdo a lo señalado por el autor principal del estudio, Enrique Schisterman, del Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano Eunice Kennedy Shriver (NICHD).

Los investigadores del NICHD analizaron los datos recopilados como parte del ensayo “Efectos de la aspirina en la gestación y la reproducción” (EAGeR), que buscaba determinar si una dosis diaria baja de aspirina (81 miligramos) podría prevenir el aborto en mujeres que tenían antecedentes de pérdida del embarazo.

El ensayo EAGeR analizó a más de 1.200 mujeres de entre 18 y 40 años y registró la presión arterial antes de que las mujeres estuvieran embarazadas y en la cuarta semana del periodo gestacional.




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