La Isabelica
Jeremías se ha caído y ha pedido juguetes entre las cloacas de La Isabelica (Foto: Dayrí Blanco)

La inocencia de Jeremías no le impide ver la realidad. Él solo quiere jugar como lo hacía antes, pero no puede. Tiene ocho años y varios juguetes perdidos entre la cloaca desbordada en los alrededores del edificio en el que vive, justo por donde solía caminar, jugar y correr. Ser simplemente niño, solo eso.

La Isabelica. Ahí se escribe su historia. En esa urbanización fundada en 1965 con la promesa de ser una ciudad satélite, la más importante de Latinoamérica, pero que hoy se resume a un millón 900 metros cuadrados de un abandono que pretende ser maquillado con pinturas multicolores.

Entrar a la urbanización es encontrarse de frente con múltiples contrastes. Las paredes con mosaicos de figuras geométricas que abarcan casi toda la paleta cromática llaman la atención. No hay duda de eso. Es una estampa, aún en proceso de pintura, de los bloques ubicados en sus cuatro avenidas principales.

A lo interno, entre las calles y veredas, no hay colores nuevos. Ahí no ha llegado el maquillaje. Donde vive Jeremías el olor a pintura fresca del edificio del frente se mezcla con el de las aguas negras que circulan por las calles. “Yo me caí. Estaba corriendo, me resbalé y metí el pie ahí”.

La Isabelica
Desde hace más de 20 meses están las cloacas desbordadas (Foto: Dayrí Blanco)

No hay pintura para las cloacas

Ellos llevan la cuenta. Ya son 20 meses los que los vecinos de los bloques 46, 47 y 48 de La Isabelica viven entre la pestilencia y todos los efectos negativos que ocasionan las cloacas como acompañante de la rutina diaria.

“He perdido varios juguetes ahí y no los he podido recuperar”, expresó Jeremías, quien a su edad luce preocupado por una situación que no debería vivir.

Carmen Elena Delgado, con más de 40 años como residente en el lugar, tampoco imaginó que su hogar en la prometida ciudad satélite, se convertiría en un nido de problemas que nadie resuelve, ni las autoridades de turno ni las que están en campaña electoral.

Ya han ido en reiteradas oportunidades a la sede de Hidrocentro, a la gobernación y a la alcaldía. La respuesta más reciente que recibieron fue que ya contaban con el material necesario pero que tenían dos problemas: falta de personal y de combustible para las unidades.

No se trata solo de juguetes

El raciocinio de un niño de ochos años es el que necesitan muchos de quienes toman decisiones desde las esferas de poder. “Algunas veces me ha dado fiebre por eso.  Ojalá arreglen esa cloaca para que después pinten”.

Son varias las personas que ya han presentado algún malestar asociado a este problema de aguas servidas. Laura Díaz tiene 50 años viviendo en el sector, es primera vez que se enfrenta a este drama de salud pública.

Según sus datos, Jeremías no es él único niño que se ha enfermado. “Hay muchos con reacciones alérgicas en la piel o tienen afecciones respiratorias”.

En el lugar coinciden en que la pintura en las fachadas de los edificios no es tan necesaria como otras labores. “Estamos a la espera de que pinten este bloque, pero esto de las cloacas es sumamente importante porque aquí está en juego la salud de todos, unido a la amenaza de la COVID-19, aquí se han contagiado varias personas. Que arreglen las tuberías es prioridad para nosotros”.

La Isabelica
El mal olor se intensifica en horas del mediodía y los vecinos deben cerrar puertas y ventanas de los apartamentos (Foto: Dayrí Blanco)

Ni al baño se puede ir

Jeremías sabe que cualquiera se puede enfermar. Su hermanita de dos años ha pasado por varias afecciones. “Ha tenido fiebre, dolor de estómago, vómito y picazón”.

Pero eso no es todo. Para él es muy complicado pasar el día aguantando las ganas de ir al baño. “Ya no puedo ni hacer pupú porque la poceta está tapada”. A ese nivel ya llegó el colapso de las cloacas en La Isabelica. En muchos de los apartamentos se devuelven las aguas negras por los inodoros. El problema ya no solo está en las calles, sino dentro de las viviendas.

La  calidad de vida para estos carabobeños disminuyó. Al mediodía, justo cuando hace más calor, es la hora más fuerte del olor. Deben cerrar las ventanas y hasta apagar los aires acondicionados para evitar que ingrese la pestilencia.

Eliamin Trillo vive en planta baja, frente a la mayor concentración de aguas negras. Para ella, ir al baño es todo un lujo. “Pienso mucho para ir al baño, no está bajando la poceta, se desborda la misma cantidad del tanque. Se han tardado mucho para resolvernos este problema y no nos queda otra opción que aguantar el mal olor”.

Ella no espera que el olor de las cloacas sea cambiado por el de la pintura, sino por uno que se traduzca en calidad de vida. “Mientras pintan los edificios, el manto asfáltico está destrozado. Deberían invertir en eso en lugar de maquillar los problemas”.

Un problema generalizado

En el sector 13 de La Isabelica no hay bloques, pero sí muchas casas entre veredas y un grave problema de cloacas.

A la vivienda de Aurora Guarena entran las aguas servidas con frecuencia. Ella lo define como una laguna que llena la mitad de la casa al rebosarse por los baños y las tanquillas que tiene en el patio. Debe pasar hasta tres días continuos tratando de deshacerse de ese gran charco.

Ya son tres meses los que tienen en esa zona con el problema. Las enfermedades ya han salido a flote. Aurora se sentía mal y tuvo que hacerse unos estudios. “Salí con los leucocitos muy altos por la contaminación”.

Jeremías ya no tiene casi juguetes, su mamá no lo deja caminar ni pasear en bicicleta por el lugar. Los niños y los adultos mayores se siguen enfermando y el mal olor ya es parte del aroma característico de esta urbanización, que solo logró ser satélite en desidia. Son problemas que las  pinturas multicolores no resuelven. Allí se acumulan las dificultades y las promesas, como la del gas directo, la próxima entrega de Lo que la pintura no resuelve en La Isabelica.

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