El derecho al voto de los ciudadanos ha estado estrechamente vinculado a la propiedad desde los albores de la democracia. Como en el pasado las mujeres no tenían derecho a poseer tierras, quedaron excluidas de las elecciones y votaciones. Hubo que esperar a finales del siglo XIX a que varios territorios y países comenzaran a conceder a las mujeres el derecho al voto.

Nueva Zelanda fue el primer país autónomo que introdujo el sufragio femenino en 1893. Allí, las mujeres indígenas maoríes eran tradicionalmente propietarias de tierras. Otro de los primeros fue Finlandia, donde hombres y mujeres obtuvieron el derecho de voto simultáneamente en 1906.

La guerra como catalizador

Dos grandes tragedias impulsaron el sufragio femenino en Europa y otros lugares. Tras la pérdida de vidas durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, a las mujeres se les permitió participar en la reconstrucción de la sociedad de la que se habían estado ocupando mientras sus hijos, maridos y padres luchaban en el frente.

En su libro sobre sociedades de sufragio femenino, la historiadora Leslie Hume explica que «el voto fue mucho más que una simple recompensa por el trabajo durante la guerra; el hecho fue que la participación de las mujeres en la guerra contribuyó a disipar el temor que rodeaba la entrada de las mujeres en el espacio público.”

Después de 1945 solo había un puñado de países europeos que todavía no permitía que las mujeres votaran: Suiza estaba entre ellos, a pesar de varias peticiones hechas al Gobierno, que las rechazó en 1886 y 1929.

Votación de hombres por los derechos de las mujeres

En Suiza, como en muchos otros países, el derecho al voto de las mujeres se sometió a la aprobación de los ciudadanos mediante una votación nacional, en la que solo podían votar los hombres. Tras ser rechazado una primera vez en 1959, fue finalmente aprobado en 1971, ya que el sufragio femenino era una condición para que Suiza pudiera adherirse al Convenio Europeo de Derechos Humanos. Dos tercios de la población masculina votaron a favor de conceder a las mujeres el derecho de voto a nivel nacional.

Sin embargo, se necesitaron otras dos décadas para que los 26 cantones suizos permitieran que las mujeres votaran en las elecciones cantonales. En Arabia Saudí, la situación es a la inversa: al ser una monarquía absoluta no hay elecciones a nivel nacional, por lo que el sufragio femenino introducido en 2015 solo se aplica a nivel local.

Lo mismo ocurre en el único país del mundo donde tanto mujeres como hombres carecen del derecho al voto: en la Ciudad del Vaticano los legisladores son nombrados por el propio representante de Dios en la Tierra, el Obispo de Roma, más conocido como el Papa.

Fuente: swissinfo.ch/spa




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