(Foto EFE)

En el bosque Santa Clara del estado mexicano de Tlaxcala se esconde el único santuario de luciérnagas del país. Allí, incontables parpadeos de luz irrumpen en la oscuridad para llevar a cabo el ritual de apareamiento de la especie, espectáculo que seduce a los amantes de la naturaleza.

Antes de que el lugar quede en silencio y las luciérnagas realicen su ritual de cortejo, una dura lluvia debe humedecer el suelo y rociar las ramas de los árboles.

Los visitantes también deben prepararse. Con las manos agarradas forman un círculo y entonan unos versos para pedir al guardián del bosque poder acceder a sus dominios.

«Te pedimos a ti, madre naturaleza, nos permitas la entrada a este tu bosque. Venimos con la plena conciencia de cuidar y respetar flora, fauna y todo ser vivo que se encuentre dentro de ti, y al guardián del bosque que nos cuide y nos proteja durante el recorrido», reza la petición.

Durante un recorrido organizado por la Comisión Nacional Forestal (Conafor), uno de los guías del santuario, Luis Ramón Galindo, cuenta a Efe que pedir el consentimiento al bosque es una muestra de respeto, y una tradición desde hace años.

Tras hacerlo, los pasos de los visitantes se hacen eco entre los senderos del bosque. Suben a paso tranquilo, en fila de a dos y con la prohibición de usar su celular, ya que cualquier interferencia lumínica afecta a la danza de apareamiento, en la cual las luciérnagas se comunican con su propia luz.

Pasan veinte minutos desde la llegada al lugar hasta que los machos de la especie -la Macrolampis palaciosi- empiezan a descender la montaña de forma pausada, con cientos de tímidas chispas en el aire frío.

«Lo que ellos están haciendo es emitir diferentes destellos para llamar la atención de la hembra, luego aparearse y continuar con su reproducción», cuenta Galindo.

La hembra también brilla, pero lo hace de manera más intensa y duradera. Además, no vuela, espera a elegir macho agazapada en la hojarasca.

Por cada 100 machos hay una hembra, la cual solo se aparea con un único macho.

«Una vez aceptado el macho, la hembra libera una sustancia aromática, una feromona, el macho la recibe con sus antenas y esa ya es la señal de que la hembra le aceptando para aparearse», relata el ingeniero en agrotecnología.

Explica también que las luciérnagas tienen en su abdomen una sustancia que se llama luciferín. Sustancia que hace una reacción enzimática con otra llamada luciferasa y, así, las luciérnagas consiguen emitir un destello.

«Así como a nosotros nos late el corazón una vez por segundo, para ellas es algo similar», dice el experto que le otorga un significado romántico al suceso.

Luego de aparearse, las hembras llegan a depositar entre 100 y 150 huevos.

El ciclo de vida de las luciérnagas es de un año, constituido por cuatro etapas.

La primera es la fase de huevo, a la cual sigue la fase larvaria, donde empiezan a desarrollar la luminiscencia.

La tercera es la edad de pupa y, por último, la edad adulta, ya adoptando la forma de luciérnaga por todos conocida.

La maestra en ciencias Tania Guadalupe López, quien realiza un proyecto de investigación sobre las luciérnagas en el Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) asegura a Efe que, en líneas generales, existe poca información sobre su estado de conservación.

Por ello, junto al doctor Carlos Cordero realiza trabajos de campo que permitan entender mejor el comportamiento y el volumen poblacional.

(Foto EFE)

Por el momento, se sabe que existen dos principales amenazas para las luciérnagas. Una de las ellas son los pesticidas que se utilizan en los cultivos cercanos a los bosques; la otra es la expansión de la mancha urbana, que trae consigo contaminación lumínica, la cual puede confundir a las luciérnagas y enmascarar su comunicación.

(Foto EFE)

«Los pesticidas matan una gama de organismos para evitar que la planta que es de interés esté enferma o salga dañada; pero al matar a esos organismos matan también otros que son importantes para las luciérnagas como lombrices, caracoles, babosas», precisa.

Las luciérnagas se alimentan de estas especies cuando se encuentran en su fase larvaria.

Si en esa fase no pueden alimentarse, muchas mueren, haciendo que la población se reduzca.

Al terminar el ritual, la luna llena aparece en numerosas ocasiones y salpica de luz el bosque para guiar a los viajeros en el camino de vuelta.

Al regresar a la entrada, vuelven a cogerse de las manos y a recitar al unísono unas palabras de despedida.

«Te agradecemos, madre naturaleza, por habernos permitido la entrada a este tu bosque. Y al guardián del bosque, que también nos protegió durante le recorrido», murmuran antes de irse.




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