La irreverencia, aunque ha sido satanizada a nivel conceptual como un “acto irrespetuoso”, a veces es necesaria para transformar la realidad, en especial, cuando se trata de regulaciones o normas injustas que han sido históricamente establecidas por las élites, atentando contra la dignidad de otros grupos humanos denominados “minorías” por su condición racial, étnica, religiosa, sexual y hasta por pensar distinto políticamente hablando.

En este sentido, ser irreverente y levantar la voz contra aberraciones validadas por los conservadurismos, permite iniciar transformaciones socialesindetenibles. Ocurrió con la heroica acción de Rosa Parksen 1955 en Alabama, Estados Unidos, tiempos en los que la segregación racial dividía los asientos de los autobuses: los de adelante para los blancos; los de atrás para la población afroamericana, orientales o indígenas.

A medida que el autobús hacía su recorrido, comenzaron a faltar sillas para los blancos. Parks, sentada en la última fila, recibió un exhorto del conductor para que se levantara y cediera su puesto, petición a la que se negó rotundamente. Su irreverencia inició una de las más importantes luchas por los derechos civiles, en un país que se jactaba de ser cuna de todas las libertades.

La negativa de Parks la llevó a la cárcel. Sin embargo, la comunidad afrodescendiente inició un boicot contra la empresa de autobuses que duró 381 días. Más tarde, en noviembre de 1956, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos declaró inconstitucional la segregación racial en los autobuses. El no ceder el asiento generó cambios en el orden establecido. Parks se convertiría en la madre de los derechos civiles, demostrando que oponerse a los atropellos se hace necesario para cambiar realidades abusivas.

El ser irreverente, contestatario, rebelde, cuestionador de patrones sociales, regulaciones religiosas y sistemas políticos dictatoriales, debe ser una constante en nuestras sociedades, marcadas por la desigualdad en todos los sentidos. En algunos casos, la transformación tarda en llegar, pero no hay que perder la esperanza. Los cubanos, cansados de tanta arbitrariedad por parte de una dictadura que mantiene al pueblo en la miseria, salieron hace semanas a la calle irreverentemente para denunciar al comunismo opresor.La llama, se mantiene encendida.

Los jóvenes colombianos, también lo hicieron para oponerse a nuevos tributos que afectarían a los más vulnerables.

En Venezuela, nuestros chamos le hicieron frente al régimen en 2014 y 2017 para visibilizar el desastre en el que han convertido al país. En este último caso, lamentablemente las fuerzas de seguridad reprimieron sin piedad y los muertos fueron por decenas, como lo señalan informes sobre Derechos Humanos realizados por Naciones Unidas.

A pesar de las dificultades y la desesperanza, la irreverencia, aunque ha mermado sigue en las aulas universitarias, en los barrios, en los gremios y hasta en iglesias. Más temprano que tarde, la semilla contestataria germinará y provocará cambios indetenibles.




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