"La razón obra con lentitud, y con tantas miras, sobre tantos principios, que a cada momento se adormece o extravía. La pasión obra en un instante". Blaise Pascal
La violencia es más antigua que las leyes y es eso justamente lo que condujo a la necesidad de la creación de las leyes como acuerdos necesarios en la sociedad para intentar vivir en armonía.
300 años han trascurrido de aquella expresión utilizada por Hobbes "La guerra de todos contra todos" para significar que la naturaleza humana era esencialmente egoísta y utilitaria, que cada quien luchaba por su propia subsistencia, por la satisfacción de sus intereses individuales, lo que inevitablemente le conducía a una confrontación permanente con otros seres humanos. Para superar esta situación, era menester la concepción de un órgano no-utilitario, que buscase la satisfacción de la ciudadanía y no de intereses particulares.
Apareció entonces, la noción básica y la materialización del Estado, como ente regulador capaz de imponer el orden en medio del “caos natural”. Pero... El régimen hace intentos desesperados por impedir el indetenible, indoblegable y sentido reclamo de toda la nación venezolan a que clama a viva voz que el CNE presente el resultado de más de 30 mil Actas electorales y que sean liberados esos miles de compatriotas injustamente detenidos por reclamar sea respetado el resultado de la elección del 28/07.
Luego de más de 48 días aún no se publican las actas, y la coacción y la persecución continúan. Lo sucedido a partir del pasado proceso electoral quedará registrado en la historia contemporánea como el regreso a la barbarie.
Desde la antigua Grecia se ha sostenido que la razón permite producir juicios que sólo serán válidos si han sido elaborados sin presión o fuerza. Aristóteles divulgaba que el hombre libre debe hacer su voluntad, mientras que el esclavo debe someterse a la ajena. Kant sostenía que los imperativos categóricos de carácter moral sólo podían tener validez si eran un proceso interno del hombre que se expresaba como voluntad libre y sin ninguna imposición; en tanto que John Stuart Mill y los liberales exaltaron la libertad como condición para que un juicio fuera válido.
La Revolución Francesa creía salvar la libertad suprimiéndola, cuando la libertad girondina pensaba de distinto modo que la libertad jacobina. Ese sofisma sangriento consistía en decir que se aplazaba la libertad, por no decir que se suprimía. Y esa historia se repitió a partir de 1917 en Moscú, y así sucesivamente dondequiera que se ha pretendido imponer una revolución, un principio, un dogma, sin la libre aceptación, lo que siempre conllevó a imponer al individuo que resiste o no comprende, una revolución que cree falsa, un dogma que cree mentira, un principio que cree sea injusto.
¿Y hay derecho para imponer a algún ser humano lo que la inteligencia de ese ser humano no comprende o no acepta? Pues no, simple y llanamente, no.
No tienen derecho de imponer su política, o su sistema por la fuerza, la violencia o el terror. Y eso es precisamente lo que hemos venido observando de manera creciente estos últimos días en nuestro país, donde Maduro y sus compinches buscan mantenerse en el poder de manera indefinida, perpetua de ser posible, mediante todas las formas posibles, como lo es este cuánto acontece en todos los ámbitos partiendo, por un despliegue de incontrolada violencia.
La intolerancia -hábilmente cultivada por el régimen-, que se sirve de la utilización del miedo y de la agresión para imponer a sus proyectos políticos; los atentados a la libertad de expresión y de pensamiento, que persiguen la criminalización de las ideas legítimas defendidas por vías democráticas (como quedó demostrado con la participación electoral masiva y pacífica) tan sólo vienen a demostrar la desesperación ante cinco lustros de desaciertos y violencia.
La violencia infligida a cuantos nos oponemos a tanta locura no se convierte en justa sólo porque un colectivo manipulado la apruebe. Se reconoce, pueden tener la fuerza, más no la razón. Y se hace menester anotarlo una vez más: la esencia del ser humano es la razón. Esto lo diferencia de los animales, por lo cual la única fuerza que debe usar es la de la razón. La calidad y veracidad de los argumentos es lo que da respaldo a la razón.