Acabemos con lo que esté mal. Aceleremos lo que hemos iniciado. Revisemos al ser humano en sus dimensiones peor tratadas, porque, sólo al pensar con justeza cuáles son las claves de un ser humano, comprenderemos su dimensión integral. Sólo así podremos mirar a un ser humano auténtico, y tratarlo con justeza, respeto y dignidad. Pensemos que todo lo que agreguemos como “filtros” para entender lo humano, se nos puede convertir en el prejuicio que determine la manera real como veamos, como tratemos, y como juzguemos a ese humano. De aquí, entonces, la forma como hemos usado ese mecanismo ancestral valorativo y selectivo, con el que generamos poderosos prejuicios físicos, raciales, éticos, morales y sociales, que afectan la visión de lo humano, vista por nosotros, los mismos humanos.
Pensemos sólo en las limitaciones exactas a las que ha sido reducida la condición femenina de la mujer
Un gran segmento vital de la humanidad, de todos los tiempos, ha sido maltratado, desvalorizado y prejuiciado. Se mantiene así hasta nuestros días: El afectado ha sido el segmento de la mujer. La mujer, como figura femenina y como ser humano. Pensemos sólo en las limitaciones exactas a las que ha sido reducida la condición femenina de la mujer: Hablemos de la denominada belleza “física”.
De la manipulación utilitaria y humillante del concepto “belleza” femenina, proviene el prejuicio devaluativo que afecta, en alta proporción, a las mujeres del planeta. Según cómo se desarrolló por siglos la idea utilitaria y machista de “mujer bonita”, el criterio valorativo de la belleza integral genuina femenina estuvo, casi siempre, subordinado a una visión limitante: La mujer es valiosa cuando “bonita”. Así quedó distorsionada por mucho tiempo la apreciación subjetiva de la belleza femenina y universal. Los criterios valorativos comienzan por redefinirse, a estar más claros, cuando las nuevas actitudes comiencen a ser más justas, más dignificantes, más auténticas, más representativas de los valores de la modernidad: Cuando terminen las apreciaciones con base materialista, los criterios fotográficos, las opiniones de farándula, y los juicios de concursos de “belleza”, con los cuales se ha pretendido masificar la visión y el significado de todas las mujeres del planeta, en casi todos los tiempos históricos hasta ahora conocidos.
Las grandes revaloraciones de la figura femenina, han transitado rutas difíciles y crueles sacrificios. Durante el último cuarto del siglo XX, y los años iniciales del siglo XXI, han avanzado las posturas igualitarias para la inclusión femenina, para incorporar al ser femenino, como sujeto. Para que deje de ser un objeto o pieza de uso circunstancial: ¡Ya sea en la educación, en la cultura, en la sociedad, en la política, en la familia, en la ocupación, en la profesión! ¡Para que sea una mujer!
Audrey Kathleen Hepburn, la talentosa actriz de teatro y de cine nacida en Bélgica, que vivió entre 1929 y 1993, y nos deleitó con su genio interpretativo, fue siempre citada por sus dignificantes pensamientos, delicados y profundos, sobre la mujer y la condición soberana de ser mujer. Al preguntársele, confrontándola, sobre una posible localización precisa y digna de la belleza en el cuerpo de la mujer, ella fue rápida, emotiva, intensa y directa, cuando comentó que “la belleza de toda mujer no está en su figura física, ni siquiera en la ropa que viste, ni en la forma como se peine o maquille. La belleza de toda mujer -señaló- tiene que verse en profundidad en sus ojos, que son la puerta de entrada a su alma, ese lugar donde habita el amor”. Hermosas palabras… ¡Muy genuinamente femeninas!
Pero, finalmente, para aquellos que todavía tengan una duda sobre la igualdad de la mujer y los hombres, leamos lo que dejó escrito Mahatma Gandhi (1869-1948), el político y pensador indio: “Llamar a la mujer el sexo débil es una calumnia, es la injusticia del hombre hacia la mujer. Si por fuerza entendemos a la fuerza bruta, entonces, en verdad, la mujer es menos brutal que el hombre. Pero, si por fuerza se entiende el poder moral,… entonces la mujer es inmensamente superior”.