Difícilmente, mientras se acentúen las fisuras en la oposición, esta podrá avanzar con la suficiente fuerza como para lograr el objetivo de remover al régimen de Nicolas Maduro del poder que hasta ahora ostenta.  Me refiero en este caso a la fuerza del voto.  Cualquier otro método diferente a este está descartado o no estará sobre la mesa en futuras discusiones. Bien por convicción o principios, o bien por el simple hecho de que los fusiles de la patria que apuntan hacia otra dirección diferente a aquella que busca la restauración de la democracia en Venezuela.

Sin embargo, en materia electoral entramos en un dilema entre un trío de fuerzas democráticas coincidentes: la que lideriza Juan Guaidó; por otra parte, un polo minoritario también de oposición y, por último, la comunidad internacional la cual, por cierto, respalda sin tapujos al presidente interino y presidente de la legítima Asamblea Nacional.  La primera de las mencionadas está de acuerdo en participar en las venideras elecciones de gobernadores siempre y cuando haya plenas garantías de respeto por la voluntad del elector.  Es decir, que haya equivalencia entre las fuerzas actoras.  La segunda, el polo minoritario de la oposición que está de acuerdo con entrar en la contienda regional en las mismas condiciones con las que se llevaron a cabo en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre; y, por último, la comunidad internacional que considera que debe llevarse a cabo las elecciones parlamentarias y elecciones presidenciales este mismo año, antes de la escogencia de los mandatarios estadales. Frente a esta compleja disyuntiva, los que adversan al gobierno tienen el compromiso de profundizar las conversaciones con la comunidad internacional con el propósito de llegar a acuerdos, con la debida premura y el visto bueno foráneo.

Es de interés -en esta lucha irregular- que esa mayoría evidente opositora le abra las puertas de la unidad a estos grupos minoritarios para que se incorporen a esta disputa en conjunto, pero pidiéndole a estas que reconozcan que lo natural es que las minorías se sumen a las mayorías, nunca a la inversa.  El panorama, mirándolo desde esa esquina, está despejado.  No hay nubes confusas que se interpongan.  Sencillamente, los venezolanos no acudirán a votar si no hay garantías de respeto a la voluntad del elector.  No habrá fórmula divina que logre convencerlos de lo contario.  Están recientes las elecciones parlamentarias del pasado mes de diciembre donde nuestros compatriotas se resistieron ir a votar por una decisión íntima, pero jamás fue consecuencia de llamados externos.  Solo que consideraron preferible actuar con mayor dignidad y abstenerse que ser cómplices de un gobierno ilegitimo, que sería triunfador de todas, todas. Para quienes no entiendan de un todo que en caso tal de obtener la mayoría de votos, la oposición de todas maneras será perdedora, siempre será vapuleada por la tramposería.

Final redundante: hay que insistir con mucha fuerza y comprometer a la sociedad civil a que exija también condiciones paritarias para participar en las elecciones regionales.  Nuestros compatriotas no concurrirán a votar si previamente no se da la lucha por lograr mejores condiciones.  Pienso, del mismo modo, que el diálogo-consulta sobre este tema con la célebre comunidad internacional es supremamente importante.  Luego, la unidad, la bendita unidad.  Por supuesto que la mayoría de los venezolanos deseamos ir a votar por una sencilla razón: los votos los tenemos nosotros y en abundancia.  Mesitas y alacranes son otras especies, gusanos de la muerte…

garciamarvez@gmail.com

 

 




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