La Mesa de la Unidad Democrática cierra este 2016 en deuda con el país. Un año después del sonoro triunfo del 6D, para alcanzar la mayoría en la Asamblea Nacional, la alianza evidencia el desgaste de ser una buena alianza electoral en un país en el que han quedado en suspenso las elecciones. Termina la dirigencia de la MUD el año sin una estrategia clara y concertada de cuál será su agenda para conducirnos hacia el cambio democrático.

Es hora de la que la MUD vaya más allá de lo que ha hecho hasta ahora

He sido un defensor de la unidad como esquema del trabajo político democrático para enfrentar al chavismo. Esa idea de unidad la ha encarnado la MUD en los últimos años. Efectivamente la alianza electoral fue determinante para reconquistar espacios, darle nuevamente oxígeno a los partidos opositores y reconfigurar el cuadro político del país. La MUD simboliza, aún con sus errores, el espacio opositor democrático para los venezolanos.

A lo largo de 2016 en varios artículos planteamos la necesidad de que la MUD fuese más allá de la MUD. Asumiendo un papel de liderazgo, la Mesa de la Unidad Democrática debía (y debe!) abrir -en nuestra opinión- la convocatoria de un gran frente nacional por el cambio. La tarea de alcanzar la restitución democrática en Venezuela, tarea apegada a los principios constitucionales vigentes, debe ir más allá de los partidos, asumiendo éstos su rol de conducción.

La MUD, en resumidas cuentas, debe llamar a gremios profesionales, organizaciones estudiantiles, autoridades universitarias y sindicatos, entre otros tantos, y junto a ellos (sin imposiciones) trazar una hoja de ruta con estrategias consensuadas. Lo que vimos hace un par de meses con la convocatoria aislada a una paralización de 24 horas, dejó en evidencia que la MUD por sí sola no puede paralizar al país.

Es una tarea urgente que se construya una unidad nacional por el cambio. Sin unidad de los actores políticos y sociales no habrá cambio en Venezuela, a menos que nos sentemos a ver cómo el chavismo termina de destruir el país y creamos que eso traerá como consecuencia la implosión en la cúpula gubernamental.

La ausencia de discusión estratégica en el seno de la propia MUD quedó en evidencia en el marco del llamado diálogo político con el gobierno. Tanto que ha insistido Jesús Chúo Torrealba que la oposición tiene que masticar chicle y caminar al mismo tiempo, para justamente quedar atrapado en el dilema de sólo hacer una cosa.

Ir a la mesa de diálogo, en mi opinión fue una decisión política (no una ingenuidad), el gran error (y ello acarrea consecuencias) fue desactivar la agenda de lucha en la calle, en el Parlamento y en el plano internacional, por el hecho de sentarse a dialogar con el chavismo. Lamentablemente nuestra dirigencia mostró que no podía mascar chicle y caminar al mismo tiempo.

Los más recientes sucesos en el seno de la Asamblea Nacional dejan al descubierto las fricciones que existen entre los partidos. No sólo el parlamento terminó convalidando la injerencia del Tribunal Supremo de Justicia al designar a las rectoras del CNE, por la ausencia de tres diputados de la MUD, sino que junto a eso la directiva dejó el tema sin convocar a una nueva sesión pese a que 24 horas antes –en teoría- la Asamblea Nacional se había declarado en sesión permanente.

Que existan divergencias entre políticos es natural (a fin de cuentas son seres humanos), que tales diferencias no se discutan entre ellos y que en primera instancia se asuma la política del micrófono para lanzar acusaciones y señalamientos sí nos conduce a otra dimensión. La desunión de la MUD sólo puede beneficiar al gobierno.

No es éste un momento para desafiliar o botar gente, a menos que existan fundadas evidencias de que se vendieron al gobierno. Obviamente la unidad no debe ser una camisa de fuerza para mantener a tránsfugas dentro de la MUD. Debe pasarse de las acusaciones genéricas; sería un acto de pedagogía política separar de la unidad a quien el gobierno tenga capacidad de comprar o chantajear.

Hay muchas tareas. Es hora de la que la MUD vaya más allá de lo que ha hecho hasta ahora. Ojalá la dirigencia esté a la altura del cambio urgente que demanda la sociedad venezolana.

 




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