Hasta la fecha, Iberoamérica se considera como una región que formó parte del Imperio español y portugués la cual se extiende desde México hasta la Argentina, incluyendo en el Caribe a República Dominicana, Cuba y Puerto Rico.

Sin embargo, desde el punto de vista geográfico, hoy en día podríamos decir que esa vieja afirmación carece de rigurosidad histórica debido a que parte del territorio de lo que hoy en día son los Estados Unidos de Norteamérica, también fue propiedad de España desde mediados del siglo XVI hasta finales del siglo XIX.

Pero Iberoamérica no solo es territorio; también es un largo proceso –aún vigente– que ha sufrido varias transformaciones en el tiempo, las cuales fueron modelando lo que actualmente tenemos y que amerita una reflexión profunda sobre el tema, para concientizar la importancia que puede tener este fenómeno histórico y social que está por cumplir 528 años de existencia.

Si nos preguntamos cuándo nació Iberoamérica, bien podríamos decir que su fecha es el 7 de junio de 1494, cuando se firma el Tratado de Tordesillas, en el que queda legalmente definido el territorio de cada imperio (España y Portugal) y que termina por fusionarse en 1581 cuando Felipe II de España (nieto del rey Manuel I de Portugal) es reconocido como rey de Portugal, siendo esta una “aeque principalite”.

Para entender este acontecimiento “iberoamericano” es necesario remontarnos hasta finales del siglo XV cuando ocurre el llamado “encuentro de dos mundos”, donde se inicia todo un esfuerzo de conquista que arranca su aventura desde la isla La Española, pasando por Puerto Rico y Cuba, y desde allí hacia el norte y el sur de toda América, donde en un principio se genera una manifestación de coexistencia entre los pobladores autóctonos (contrarios a las autoridades aztecas e incas) y los españoles, en el cual la corona hispana permitió que estos mantuvieran sus costumbres y organización a lo interno de cada comunidad indígena.

Esta característica sumada a la superioridad militar de los visitantes, la manipulación de las creencias religiosas en cuanto a la venida de un Dios y la disminución de la población originaria por no poseer las defensas para combatir las enfermedades comunes europeas, hizo posible que el proyecto de los reyes católicos avanzara.

Durante la segunda etapa de la colonización, esta creación llamada Iberoamérica cambió de formato porque la fundación de pueblos, villas y ciudades; la generación de una legislación, el excelente trabajo de evangelización de la iglesia católica, la expansión del idioma español, la subordinación a la corona y la aparición de las primeras universidades cambió el esquema de la “coexistencia de los pueblos” por el de la “mezcla de razas” que se convirtió en toda una novedad social de la época porque en ninguna otra parte del mundo había ocurrido algo parecido, obteniéndose como producto una variedad multiétnica que va a tener un papel estelar en estas tierras.

Cuando el imperio español avanza en su tercera etapa de presencia en el nuevo mundo, Iberoamérica presenta una nueva modificación ocasionada por múltiples factores que la hacen iniciar un proceso de distanciamiento de Madrid. Estos elementos inciden directamente sobre este hecho social, pues en primer lugar el Imperio español por su inmenso tamaño se vuelve inestable y difícil de controlar; en segundo lugar está el aumento del poder de la Iglesia Católica con sus diferentes cleros y no en vano la Compañía de Jesús fue expulsada de España y Portugal en esos tiempos; en tercer lugar, la consolidación de la doctrina centralista de la dinastía Borbón, la cual llevó a la desigualdad entre el crecimiento económico de la época y los beneficios de este que sólo fueron a parar a las arcas de la corona, quedando de esta forma desatendidas las regiones de la mar océano.

Como consecuencia de lo anterior y gracias a la asesoría y el apoyo del Imperio inglés el cual aportó más de 5.000 soldados, barcos de guerra y la donación de armamentos y municiones que alcanzaron la cifra aproximada de unas 14.000 toneladas; el proceso de independencia en América se inicia y en progresión geométrica logra sus objetivos. Sin embargo, el fenómeno iberoamericano está allí presente (más no consciente), lo cual viene a ser muy trágico porque tenemos a un continente que no está claro con su identidad y ello va a ser un aspecto de mucho peso para los siglos XIX y XX de nuestra historia y que analizaremos en la próxima entrega.




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