«La política es casi tan emocionante como la guerra y no menos peligrosa. En la guerra podemos morir una vez; en política muchas veces.» Winston Churchill

En la actualidad hay muchos que opinan o rezongan y, pocos que se permiten dudar o reflexionar entrelazando distintas corrientes de pensamiento sin juzgar. Necesitamos entender nuestra responsabilidad política frente a los acontecimientos. Cuando decidimos los contenidos, el orden y la manera en que serán presentados, qué espacio le dedicaremos, estamos frente a decisiones políticas que nos hacen responsables en parte de los fracasos del pasado y también de la construcción de una nueva ruta libertaria. Es necesario un compromiso básico con nuestro tiempo y la realidad que tenemos al frente. Ser de oposición no es fácil. Exige compromiso y acción constante. Y sobre todo, buscar la información que nos oriente debidamente, con coherencia y prudencia.

Una de las necedades que trae aparejada la crisis que estamos viviendo, es el de pensar que la culpa, como la responsabilidad de intervenir, siempre corresponda a otros. A los políticos que sólo buscan sus intereses, al único Alcalde que nos queda por estos lares; al cura párroco que no sermonea como quisiéramos, al vecino que parece estar cansado de escuchar nuestra trillada cháchara… En definitiva, a cualquiera que no seamos nosotros.

En ese trance, de nuevo parece que confundimos al adversario y descargamos a nuestros pares, rememorando aquella aguda sentencia de Groucho Marx…: «La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados». Sin embargo, hay que reconocerlo: Buena parte de la dirigencia opositora no parece estar a la altura de una situación que requiere gestos de grandeza y no de poses para los pocos reporteros gráficos también a la espera de una imagen novedosa. Estamos tan desorientados que ya no sabemos qué es bueno y qué no lo es. Por necesidad, por conveniencia, por la servil aquiescencia, cansancio, temor a la pandemia o mediocridad solemos confundir lo bueno con aquello que nos sirve, que nos es útil, que nos beneficia…

De nuevo recurrimos a uno de los precursores de la Sociología para tratar de orientarnos en tan espinoso asunto. Al respecto sostenía Emile Durkheim: “Cuando una sociedad sufre la pérdida de los valores compartidos cae en un estado de anomia (sin norma, sin ley) y los individuos que la componen experimentan ansiedad e insatisfacción…»

Y eso es lo que tenemos acá y ahora, una sociedad resquebrajada, en crisis, desesperanzada. Solemos escuchar: La oposición entró a terapia intensiva. ¡Esto se acabó! Entre el régimen y su tremenda aliada – la pandemia- llegamos al llegadero… El último que apague la luz… ¿Cuál luz? ¿Acaso no la apagó el régimen hace mucho tiempo? ¿Son estos lamentos el rechinar de pesadas estructuras que claman por mantenerse en pie? ¿ Acaso no somos el 80 % de los venezolanos la oposición?

Si hemos aprendido algo en estos últimos años es que siempre podemos estar peor. Nunca vamos a tocar fondo, porque, como que lo hemos comprobado, tal fondo no existe. De no lograrse ningún tipo de salida, se estará dejando, no sabemos con qué oculta intención, el camino libre al reforzamiento de un régimen que bastante daño ha causado en lo que va de siglo.

¿Podemos estar peor?… Por supuesto que podemos estar peor. El problema no estriba en tocar fondo, sino en habituarnos a vivir en él.

Nuestra desconfianza y nuestros temores nos alejan de todo, de los otros, del activismo y las protestas, de la necesaria solidaridad, del voluntariado, y hasta de la esperanza y ese círculo vicioso los transforma en apatía y desinterés. Cuanto más separados estamos, más desconfiamos unos de otros.

Si nos dejamos convencer por todos los mensajes que nos llaman a separarnos, lo que hacemos es ceder nuestro oculto poder y nuestra segura capacidad de asumir responsablemente el compromiso asumido con nuestro hijos, que no es otro que recuperar ese país que nos dejamos arrebatar, y esa dura brega e se relaciona profundamente con nuestra dignidad.

Esta crisis interpela a cada uno, precisamente porque arremete contra ese tejido de vínculos profundos de solidaridad y fraternidad que nos constituyen como sociedad. No habrá varita mágica que lo arregle todo, ni un “San Guaidó” que saque de la chistera soluciones.

Explican los médicos oncólogos que para detener el multiplicarse de las células cancerosas que, por no estar en contacto con las sanas, sólo reproducen a las enfermas, es suficiente colocar entre ellas células sanas. Al «conocerlas», las enfermas asimilan esta información y vuelven a reproducirse correctamente.

Necesitamos entonces de «células sanas» que recuerden el valor de la verdadera política y no de la politiquería, de diálogos llevados a monólogos innecesarios; de la honestidad, la laboriosidad, la seriedad del compromiso, la generosidad, la solidaridad, la tolerancia, el valor de los vínculos familiares, los valores éticos en pos de una sociedad más justa, más democrática, más fraterna y, por lo tanto, más unida.

Pese a la innegable crisis, en muchos sectores perseverantes de nuestra sociedad y del noble estamento político, hay muchos siguen apostando al país con dignidad, coraje y perseverancia. Si es posible creer que esta crisis es una etapa de crecimiento, es porque, si miramos a esta parte sana del país, veremos el anuncio de lo que será. Como la aurora que preludia el día. ¿Qué no tenemos espacio ni decisión? Somos muchos, la inmensa mayoría de una nación a la deriva… No es tiempo de ver, de escuchar, de lamentarse, es el momento, el tiempo de hacer y de hacer lo mejor.

A esto es a lo que hay que dedicarse, allí está el reto que irremediablemente hay que aceptar, en esta dirección debemos invertir nuestro tiempo. Se trata de una carrera contra reloj, a pesar de que el tiempo esté loco, y nos enloquezca. Así las cosas, es tiempo de dejar la comodidad de nuestros espacios habituales.

Si realmente queremos cambios, tenemos que luchar de manera insistente por ellos. Es tiempo de desechar el miedo y la apatía, funestos acompañantes para emprender cualquier tarea y alcanzar cualquier victoria.

Manuel Barreto Hernaiz




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