“Si los hombres emplean su libertad de tal manera que renuncian a ésta, ¿puede considerárseles por ello menos esclavos? Si el pueblo elige por un plebiscito a un déspota para gobernarlo, ¿sigue siendo libre por el hecho de que el despotismo ha sido su propia obra?” Herber Spencer

De nuevo se evidencia el sofocón, no sólo por el desbarajuste térmico que parece prolongarse más de lo debido, sino por la incertidumbre ante un proceso electoral en ciernes, pues hasta el día de hoy no se avizoran las garantías que permitan inferir que tendremos lo que se viene exigiendo desde hace años: ELECCIONES LIBRES.

Nos referimos a un proceso electoral justo, acoplado con un sistema de votación transparente, que nos permita ejercer el Derecho al voto en total libertad. Parece sencillo pero el Cronograma Electoral está en marcha desde el 13 de mayo y allí está ese Registro Electoral de nula confiabilidad y no se menciona nada de su total depuración, tarea que según los entendidos, se tomaría varios meses.

Luego, nos vemos en la obligada reiteración de destacar que para poder afirmar que se realizarán Elecciones Libres, resulta imprescindible que se suspenda la autoritaria intervención y designación de “autoridades interinas” que no representan a los partidos intervenidos. De la misma manera, debe suspenderse la arbitraria inhabilitación contra los principales dirigentes de los partidos, contra los cuales los tribunales, la Contraloría y el mismo CNE, han procedido sin un ápice de justicia.

Por votación transparente, necesariamente deberá acompañarse del término “verificable”, como exigencia indispensable, se refiere a las necesarias auditorías del proceso electoral. Consistiría en la ineludible comprobación de cada paso, tanto la data electoral, como los manipulados sofwares; y allí también debemos destacar lo pertinente a la Observación Internacional. Ejemplos de las triquiñuelas con parcializadas misiones de acompañamiento sobran; y ya los “panas” del régimen tienen listos boletos y grata estadía en hoteles 5 estrellas

Nada se dice que se impedirá la descarada migración de electores que afecta de manera considerable cumplir con el proceso electoral, por la distancia del centro de origen, poder cumplir con el acto electoral. Como tampoco se nos garantiza la imparcialidad del Plan República, ese crítico elemento que debe ser considerado como justa exigencia, al igual que el grosero ventajismo en las campañas mediante cadenas a través de la totalitaria hegemonía comunicacional del régimen.

Y por último, pero no menos importante, pues de allí se originó la abstención TOTAL tanto con el fraude presidencial de Maduro como con la no menos fraudulenta elección de parlamentarios en las pasadas elecciones del 6 de diciembre, luego la correcta exigencia del factor demócrata nacional es la realización de la elección presidencial y parlamentaria en primer lugar y luego, las regionales.

Nos permitimos recordar que la democracia no empieza ni termina en el sufragio efectivo, porque democracia es, en el fondo, una situación ética, un conjunto de condiciones, conductas y valores que permiten a una sociedad vivir con los valores morales que deben inspirar una convivencia civilizada.

Entre estos valores, el respeto a la verdad es un componente inherente a la democracia, luego no puede haber justicia electoral si no hay justicia informativa. El ciudadano requiere de la democracia para hacerse ciudadano, y la democracia requiere de ciudadanos para no ser una lamentable mascarada de participación.

Con excepción de la inhibición por apatía, la abstención ha sido un medio de transmitir un mensaje con consecuencias políticas y jurídicas. No es una aberración o una desviación política. Por supuesto que votar es la forma más idónea de ejercer los derechos y cumplir con los deberes políticos. Sin embargo, fuera del contexto político e histórico, ni la participación ni la abstención son en sí mismas la solución a serias crisis institucionales. Depende de las circunstancias de cada caso. Participar o abstenerse como estrategia no tendría sentido si no se convence de su bondad a la opinión mayoritaria del país.

Cuando está desarticulada la dirigencia opositora, la abstención o la participación electoral, como forma de lucha, pierde total eficacia. Si tenemos claro esto, no discutimos entre nosotros a propósito de concurrir el próximo noviembre a las urnas electorales y, más bien, nos ocupamos todos, dirigentes y Sociedad Civil, esa mayoría ciudadana regada nacional e internacionalmente, en consolidar la UNIDAD para lograr consensuados y coherentes acuerdos, para enfrentar al régimen despótico con una agenda propia; por supuesto con la firme premisa que solo mediante elecciones libres podremos lograr el rescate de ese país que anhelamos y merecemos.

En tanto la paradoja se acrecienta: el régimen se desgasta, pero la oposición no se vigoriza.

 




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