El régimen pateó el diálogo. Nada nuevo bajo el sol. La dictadura venezolana tiene 20 años dándole golpes bajos, ganchos, jabs y batazos al país, así que es perfectamente normal que revire de ejercicios civilizados como son la negociación y el diálogo.
Las reuniones entre chavistas y demócratas no han tenido un final feliz, por decir lo menos.
Desde aquel encuentro televisado de 2014, en el que hubo mucho verbo y ningún logro, hasta el de Dominicana en 2017, que terminó con el retiro de la oposición por razones sobradamente válidas, se viene repitiendo la rutina de sentarse a la mesa para “explorar posibilidades de acuerdos” (así de vagas son las intenciones, así de vago debe ser el lenguaje) entre dos partes con posiciones opuestas. Dos partes que tienen lo que el otro quiere y quieren lo que el otro tiene (el régimen tiene el poder y el gobierno legítimo tiene el respaldo popular). Con el aderezo de que una parte tiene secuestrada a la otra con el monopolio de la fuerza (llámese la complicidad de los militares), y no cumple reglas ni respeta compromisos.
Las reuniones que se interrumpieron en Barbados comenzaron en Oslo, Noruega, en mayo pasado. El gobierno noruego, que se ufana de ser un mediador a prueba de conflictos, fue aparentemente el promotor de estos nuevos encuentros, con el apoyo de algunos y la inconformidad de otros (Colombia, uno de los países dolientes de la crisis de su vecino, se opuso y se opone con vehemencia). Luego de unas primeras rondas de finteo, en las que nadie sabe de qué se habló o si se acordó algo, se instaló una mesa “continua y expedita” –según la calificaron los noruegos- en la isla caribeña. Tampoco se sabe de qué se habló ni si se avanzó mucho, poquito o nada en la tierra de los bajans, pues los promotores han sido muy celosos con la información que sale de la mesa y han exhortado a los dialogantes a minimizar los comentarios y andar con la rienda corta.
Hasta ahí los antecedentes. El siguiente evento es que el chavismo, en una aparente respuesta al embargo que le impuso el gobierno de Trump a los activos de la dictadura y los de sus afiliados, decide que bota tierrita y se sale del convite. Al mismo tiempo, anuncia severas sanciones para los que apoyen el embargo y se pone en amague de reprimir, que la verdad no le cuesta mucho. La oposición al régimen denuncia la reacción intransigente de su contrario y anuncia que continuará ejerciendo presión para que haya una salida a la crisis.
El régimen debía estar cazando una excusa para irse de la mesa y seguir ganando tiempo; esta vez con una promesa nebulosa de que van a regresar algún día. Probablemente no estaban ni cerca de conseguir lo que querían (status quo con cambios cosméticos) y usaron el embargo para detener un proceso que se les estaba complicando. Es hasta posible que usen la ruptura para tratar de ablandar a los facilitadores (que no quieren que su prestigio se manche con un diálogo fallido) a ver si éstos, a su vez, intenten ablandar al equipo de Guaidó.
Con la patada del chavismo se presenta la oportunidad de renunciar a la negociación, si es que no iba a ninguna parte, o poner condiciones para reanudarla (por ejemplo, aquella liberación de presos políticos que se planteó alguna vez) mientras la presión sigue para que el régimen se vaya. Y dentro de todo, se puede aprovechar el momento para decirle a la gente, cuyo futuro es lo que en realidad se estaba negociando, algo que indique por dónde iban los tiros.