Cinco días después de iniciar una huelga de hambre contra el Gobierno, apenas unos pocos cientos de seguidores acompañan a Anna Hazare, al activista más representativo de la protesta pacífica en la India, en una lucha que parece haber perdido el hechizo con que Gandhi la hizo poderosa.

Anna Hazare está tumbado en lo alto de un escenario de dos pisos levantado en una explanada en el centro de Delhi. Tras unos minutos se incorpora y mira distraído mientras un grupo de jóvenes representa a sus pies una obra de teatro para amenizar la espera de cientos de seguidores que observan en una carpa con suelo de alfombra sintética a una treintena de metros.

Desde lo alto del escenario Hazare otea a su alrededor sin prestar atención a la obra, se pone las gafas, saca un papel y lo lee. Un rato después, se levanta, se calza unas sandalias y desaparece tras un telón con el rostro de Gandhi.

Hace cinco días, Anna Hazare, el hombre que en 2011 hizo tambalear al Gobierno del Partido del Congreso en una lucha contra la corrupción en forma de huelgas de hambre que terminó cristalizando en la ley Lokpal, volvió a la carga.

Hazare comenzó una nueva huelga de hambre con dos objetivos fundamentales: que el Ejecutivo, ahora del BJP, implemente la ley Lokpal, aprobada en 2011 contra la corrupción, y que revisen los precios de compra a los agricultores.

Pero en el sexto día del ayuno, la protesta no se parece en nada a la que hace siete años congregó a decenas de miles de personas, hizo desfilar a políticos y mereció horas de seguimiento en las televisiones de la India.

Apenas unos pocos cientos de granjeros y simpatizantes acompañan a Hazare, la mayoría de ellos durante unas horas cada día y solo 289 de los más comprometidos secundan su huelga.

Tarun Uppal, uno de los miembros del Comité del Movimiento Anna Hazare, aseguró a Efe que no están decepcionados y que esperan más gente en los próximos días.

«Tenemos un estimado de 20.000 personas que se nos unirán mañana, la idea es estar aquí hasta el Gobierno acepte nuestras demandas», indicó.

Según contó, la concurrencia es baja porque se ha detenido a mucha gente que venía en camiones desde otros estados, pero aseguró que el Gobierno está mandando representantes para negociar con Hazare.

«Es ya el sexto día (de ayuno), está dispuesto a dar su vida, y diciendo no me voy de aquí hasta que el Gobierno no acepte las demandas», dijo Uppal al subrayar la determinación de Hazare en su protesta.

Jagjit Singh, un agricultor del Punyab (norte), confirmó a Efe las dificultades para unirse a la protesta.

Aseguró que junto a otros agricultores quedaron atrapados durante 30 días en una localidad del Punyab, porque la Policía no les dejó mover los tractores, pero que han llegado a Delhi porque los granjeros necesitan esta protesta.

«Nuestros granjeros están muriendo de hambre, y están cargados de deudas, los suicidios no solo en el Punyab sino en toda la India han aumentado», dijo.

Tras caminar dos semanas desde Maharashtra (oeste) hasta Delhi, Manohar Anandrao, de 48 años, se ha vuelto a unir a la protesta al igual que hizo hace siete años

Con mucha menos gente que entonces, Anandrao manifestó su frustración porque entonces políticos como Narendra Modi, ahora primera ministro; Arvind Kejriwal, hoy jefe de Gobierno de Delhi, y otras figuras apoyaron a Hazare por sus propios motivos.

«Ellos lograron sus objetivo y nosotros no logramos nuestras demandas», dijo.

Anil Kumar Gupta tiene 32 años y un puesto de comida callejera en Delhi que deja durante unas horas para acompañar a Hazare.

En su opinión ahora hay menos gente que en 2011 porque estamos en época de exámenes, porque el Gobierno está parando trenes con gente y porque los medios «no están cumpliendo con su deber» de informar de lo que ocurre, aunque reconoció que tal vez el 2011 ya no es tan novedoso.

«Puede ser que hubiera estado el factor de novedad y la última vez la gente quisiera ver al señor Anna y ahora ya no, pero eso no significa que la gente no le apoye», dijo. EFE




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