El secretario de Estado estadounidense Rex Tillerson. (AFP)

La purga sin precedentes entre las élites económicas y políticas de Arabia Saudita provoca cierta «preocupación», afirmó este viernes el secretario de Estado estadounidense Rex Tillerson, días después de que su presidente Donald Trump mostrara su apoyo sin reservas a la operación llevada a cabo en la monarquía.

Más de 200 personas fueron detenidas el 4 de noviembre, entre ellas príncipes, ministros e importantes hombres de negocios, en una redada anticorrupción lanzada por una comisión presidida por el príncipe heredero saudita, Mohamed bin Salmán.

«He hablado con el ministro de Relaciones Exteriores Adel al Jubeir para obtener aclaraciones», dijo Tillerson en el avión que lo conducía a Danang, en Vietnam, donde asistirá al Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC). «Y, basándome en esa conversación, creo que la intención es buena».

«Personalmente, creo que suscita cierta preocupación mientras no tengamos más claridad sobre lo que va a ocurrirles a esos individuos [detenidos]», añadió sin embargo.

El fiscal general saudita dijo esta semana que los arrestados, cuyo lugar de detención no ha sido indicado por las autoridades, comparecerán ante un tribunal.

El jueves, las autoridades sauditas revelaron los primeros resultados de la campaña anticorrupción. «Un total de 208 personas han sido interrogadas hasta ahora. De esos individuos, siete han sido puestos en libertad sin cargos», informó el ministerio de Información.

«Según nuestras investigaciones de los tres últimos años, calculamos que al menos 100.000 millones de dólares fueron desviados a través de una corrupción y una malversación sistemáticas durante varias décadas», añadió.

El presidente Trump había expresado el lunes su apoyo a la redada. «Tengo mucha confianza en el rey Salmán y en el príncipe heredero de Arabia Saudita, saben perfectamente lo que están haciendo», tuiteó entonces. «¡Algunos de los que son tratados duramente han exprimido a su país durante años!», añadió.

El resuelto apoyo del presidente estadounidense a los dirigentes sauditas, especialmente ante Irán, su enemigo común, preocupa a observadores y expertos que lo consideran como una apuesta muy arriesgada.

 ‘Agresión directa’

Desde el pasado fin de semana, el tono volvió a subir entre Irán y Arabia Saudita respecto a la guerra en Yemen, donde Riad dirige desde marzo de 2015 una coalición que apoya a las fuerzas gubernamentales, y Teherán respalda a los rebeldes chiitas hutíes.

Tras un fallido ataque de los rebeldes contra el aeropuerto de Riad el sábado, la monarquía saudita acusó a Irán de «agresión directa» y decidió el cierre temporal de las fronteras aérea, marítima y terrestre de Yemen.

En Yemen, uno de los países más pobres del mundo, la guerra causó más de 8.650 muertos y cerca de 58.600 heridos, entre ellos numerosos civiles, según Naciones Unidas.

Reunido a puerta cerrada, el Consejo de Seguridad de la ONU abordó «la situación humanitaria catastrófica» del país y «la importancia de mantener todos los puertos y aeropuertos en estado de funcionamiento».

La coalición dirigida por Riad aseguró, por su parte, que el bloqueo es temporal y busca impedir las entregas de armas a los rebeldes hutíes.

 Conflicto de intereses

En este convulso contexto regional, el primer ministro libanés, Saad Hariri, dimitió la semana pasada aprovechando una visita a Riad, donde criticó el «control» ejercido por Irán en su país y aseguró temer por su vida.

Ante esta situación, Arabia Saudita y Kuwait pidieron el jueves a sus ciudadanos que abandonen Líbano lo antes posible y que no viajen a ese país, si bien no mencionaron ninguna amenaza específica.

En el avión que lo llevaba a Danang, Tillerson indicó que el ministro saudita de Relaciones Exteriores le había asegurado que Hariri había «tomado solo su decisión», mientras que algunos alegan que esta dimisión habría estado orquestada por Riad.

El jefe de la diplomacia estadounidense afirmó «no tener ninguna indicación» de que el primer ministro libanés estuviera siendo retenido contra su voluntad en Riad, agregando que Estados Unidos lo animaba a volver a Líbano para presentar formalmente su dimisión.

En cambio, el jefe de Hezbolá acusó el viernes a Riad de «retener» a Hariri, un musulmán sunita cuyo partido es rival de Hezbolá en la escena política libanesa, pese a que haya ministros del movimiento chiita en su Gobierno.

«Le prohíben […] volver a Líbano», lanzó Hasan Nasralah en un discurso televisado, reclamando a Arabia Saudita que lo «libere».

En un comunicado, Tillerson advirtió contra cualquier «utilización de Líbano como campo de un conflicto de intereses» y afirmó que Hariri es un «fuerte aliado» de Washington.




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