Tampoco es que uno está 100% seguro de que la sonrisa ocurrió durante esa conversación, porque ya conocemos cómo se manipulan las noticias y las fotos y casi que cualquier cosa. Sabemos también que el chavismo es muy diestro en el arte de la desinformación. Pero debe ser cierto porque hasta ahora nadie lo ha negado. Nadie ha salido a decir que la foto es de una fiesta o de un sarao en la sede de una embajada. O que hay evidencias de photoshop. Y a esos niveles y con tantas percepciones en juego no se puede permitir que se rieguen fake news, por razones obvias.

La sonrisa de Michelle Bachelet, Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en su conversación con el régimen venezolano, sería descartable si hubiera sido una mueca o una expresión tímida o un medio gesto tipo La Gioconda, que no dice si el camino es por allá o por aquí. Pero la foto más reveladora (de hecho, varias fotos sonrientes circularon por twitter) es muy evidente. La Sra. Bachelet luce una sonrisa divertida, abierta, como diciendo que está muy contenta de intercambiar impresiones e ideas con su contraparte.

Y ahí está el detalle. La contraparte de la Alta Comisionada no era Angelina Jolie ni otro de los embajadores de buena voluntad que se prestan a usar su título de celebridad para echar una mano por los refugiados o los desfavorecidos del mundo. No; los interlocutores eran los representantes de un régimen que tiene un tenebroso historial de derechos humanos, que ha restringido todas las libertades esenciales en Venezuela y que hace pocos meses se mereció un informe lapidario de, precisamente, la Misión de Verificación de Hechos nombrada por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en el que se denunciaron desapariciones forzadas, torturas, detenciones arbitrarias, detenciones extrajudiciales y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes cometidos en Venezuela, con el aval de los más altos cargos del gobierno. Con gente como esa no se puede andar uno con sonrisas ni chistes ni zalamerías. Solo como recordatorio, en la actualidad hay más de 300 presos políticos en el país, varios de los cuales seguramente estaban siendo torturados o maltratados, o vaya usted a saber qué, mientras ocurría la reunión.

La dictadura no tardó mucho en arrimar la brasa hacia su sardina. En un tweet de Nicolás Maduro que mostraba una foto de Bachelet, se decía que la videoconferencia había sido excelente y que se había conversado sobre “el efecto negativo de las sanciones contra Venezuela y de la política de atención a la pandemia del Covid19”. Hasta ahí. Si además de eso hubo reclamos y regaños por violaciones a los DDHH no se dice, por supuesto. Los rojos saben muy bien lo que muestran y lo que esconden. Y el daño se hizo. Mucha gente se indignó y rebotó el tweet por toda la red, y hasta hubo quienes pusieron una foto de Pinochet y le preguntaron a la Comisionada si se hubiera mostrado tan cordial en un hipotético encuentro con el dictador chileno.

Yo no entiendo mucho de lenguaje diplomático, ni sé lo que dice el librito acerca de lo que se debe y se puede en reuniones oficiales entre mandatarios y multilaterales. Sí puedo entender que los exilados por hambre, los prisioneros de conciencia y sus familiares, los deudos de los asesinados, los torturados y los millones de afectados por la dictadura no deben estar con muchas ganas de regalarle sonrisas a ningún chavista, y mucho menos al capo mayor. Y me cuesta aceptar que, aparte de un mínimo de cortesía y de moderación en el lenguaje, haya que demostrar la comodidad hogareña de una sonrisa con quien está acusado -por uno mismo- de delitos de lesa humanidad. Después de todo, es a la gente a la que se deben los funcionarios, y es la gente la que debe creerse que las acciones de los organismos internacionales tienen algún impacto, más allá del texto escrito en un papel. Una imagen vale más que mil palabras. Una sonrisa en el momento equivocado puede echar abajo la credibilidad que se necesita para respaldar las denuncias.




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