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Las precariedades son evidentes entre quienes viven en el Barrio La Democracia (Foto: Dayrí Blanco)

La imagen conmueve. Con sus más de 70 años, Aníbal camina por las calles del sur de Valencia apoyado en un bastón hecho con pedazos de metal. Lo hace con su pequeño bolso a cuestas donde mete los alimentos que logra que le den en todo el trayecto que hace pidiendo algo para comer.

Su mano queda adolorida. El hierro es inclemente con su piel, pero es la única manera que tiene para movilizarse. Vive en el barrio la Democracia de la parroquia Miguel Peña, donde son muchas las historias de ancianos con su salud severamente deteriorada por falta de medicinas e implementos que le harían llevar la vida de una manera más digna.

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Aníbal necesita un bastón en óptimas condiciones (Foto: Dayrí Blanco)

Pero no cuentan con los recursos. La madre de José Reyes tiene ocho años sufriendo de Parkinson y recientemente padeció un coma diabético. Entre él y sus hermanos hacen todo lo que pueden para costear medicamentos, exámenes y consulta. “Pero no podemos tapar el sol con un dedo, estamos pasando muchas necesidades”.

Lo que más necesita en este momento es una silla de ruedas. Usada la han conseguido por encima de los 100 dólares y nueva en tres mil dólares. “Pero no tenemos para eso… Se nos están muriendo nuestras personas de la tercera edad por falta de medicamentos, porque en los hospitales fallecen no tanto por la enfermedad si no porque no tienen el medicamento a la hora y estar en una clínica privada es imposible”.

Sin medicinas y sin médico

María López tiene 86 años y la lucidez intacta para saber expresar sus problemas. Ella resume lo que siente en: dolores en todo el cuerpo, sobre todo en la espalda y ya no puede ni caminar por las dolencias intensas que experimenta.

Hace cinco meses que no es examinada por algún especialista porque el médico que estaba en el ambulatorio más cercano renunció. Tampoco tiene medicinas para aliviar el dolor, “no las he comprado… con qué real”.

La pensión que recibe no le alcanza ni para uno de los medicamentos que necesita. Sus hijas la ayudan con lo que pueden, pero casi todo el dinero que perciben lo usan para la comida.

María Sivira también vive en La Democracia. Ella tiene 50 años y padece de parálisis desde su infancia. Está en silla de ruedas y han pasado tantos años desde la última vez que fue a fisioterapia que no lo recuerda. “Cuando era niña mi papá me llevaba, pero después no pude hacerme más terapias”.

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Son muchas las personas con problemas de salud en el sur de Valencia (Foto: Dayrí Blanco)

Su hermana también padece de una discapacidad y tampoco puede caminar. Ellas viven solas y dependen de lo que su hermano en Chile les mande, pero es insuficiente. Durante este 2021 han dejado de tomar las vitaminas que requieren y su salud se ha deteriorado. “También recibimos algunos bonos del gobierno pero tampoco nos alcanza para nada”.

Por las calles de la misma comunidad se le ve caminar, siempre con ayuda de algún vecino, a Manuel Pérez. Él tiene comprometida de manera severa su visión luego de sufrir desprendimiento de retina como consecuencia de problemas con su tensión ocular.

Gracias a los ingresos que recibe de un negocio que tiene en su casa, logró ir a consulta recientemente. “Me costó 40 dólares y tuve que rasguñar de todos lados para pagarla”. Pero necesita comprar dos gotas, una cuesta seis dólares y la otra nueve, y cada una le dura un mes, aproximadamente, y es un gasto que no puede asumir.

Con la ayuda de algunas fundaciones estas personas de la comunidad La Democracia han sorteado ciertas dificultades. Pero las precariedades son cada vez más acentuadas. Ellos no piden grandes cosas, solo poder caminar con un bastón cómodo, tener la silla de ruedas que necesitan y las medicinas que les permitan pasar esta etapa de su vida de una manera digna.




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