(Cortesía)

Son omnipresentes en los parques y en las plazas, del norte al sur de China, aunque nieve o haga viento, las «abuelas bailarinas» se mueven por millones al son del tango o de la música revolucionaria, con el beneplácito del régimen comunista.

En un parque de Shanghái, con una gorra blanca y gafas de sol XXL, Zhang Yongli baila un jerk endiablado con una decena de vecinas, la mayoría jubiladas como ella.

«Es rápido y rítmico. Me olvido de todos mis problemas y, a veces, incluso de mi edad», afirma sonriendo Zhang, de 55 años.

Se calcula que cada día, más de 100 millones de «abuelas bailarinas», como se las apoda, invaden los espacios públicos del país, sobre todo al amanecer o al caer la tarde.

Nada parece frenar esta pasión por el baile. Ni las quejas de los vecinos sobre la música, ni las peleas que a veces oponen a los grupos de bailarinas por ocupar un espacio.

«El baile callejero aparece allá donde haya una calle», dice Wang Guangcheng, el «príncipe del baile callejero», un profesor de educación física que crea coreografías a cuenta del Estado. «Se ha convertido en un lugar de ejercicio físico para las masas».

El gobierno chino impulsa los bailes colectivos, percibidos como buenos para la salud, en un país con 240 millones de habitantes con más de 60 años, una cifra que debería duplicarse para 2050.

En ese momento, China dedicará un cuarto de su PIB al cuidado de las personas ancianas, contra el 7% actual. En ese contexto, el ejercicio físico, sea en la forma que sea, está a la orden del día.

Un deporte más

Diabetes, colesterol e hipertensión. Con semejante cóctel, «me quedaba en casa sin hacer nada», cuenta Zhang, que se jubiló hace cinco años de la agencia de viajes donde trabajaba.

«Desde que empecé a bailar, mis análisis volvieron a la normalidad. Ya no tomo medicación», explica, mientras las faldas rosas de sus compañeras no dejan de girar a su alrededor.

«Además, rejuvenecí», añade, asegurando que el jerk la ayudó a perder 11 kilos.

El baile callejero fue incluido en 2016 en un plan nacional de ejercicio físico, que indicaba que este se debía «desarrollar enérgicamente». La disciplina devino el año pasado un deporte en los Juegos Nacionales, compartiendo rango con la natación y el atletismo.

Ante tal éxito, los concursos proliferan.

Li Zhenhua, otra jubilada de Shanghái, se entrenó durante semanas con una profesional para participar en un concurso nacional que hizo viajar a su grupo por todo el país, en invierno y en verano.

En agosto, su grupo ganó el título nacional, derrotando a las otras 750 compañías con una danza inspirada en la minoría coreana que vive en el noreste de China.

Los bailes de las minorías étnicas, como la mongola o la tibetana, son parte importante del repertorio de estas «abuelas».

Los ballets colectivos empezaron a expandirse en China en 1949 con la llegada al poder de los comunistas, que vieron en estos un medio de reforzar el apego al régimen.

La tradición vivió una segunda juventud con el enriquecimiento de los habitantes de las ciudades, que tienen más tiempo libre y una enorme población de jóvenes jubilados ávidos de encontrar pasatiempos.

Cambiar pañales

Una moda de la que ha sabido sacar partido el comercio, especialmente en internet, donde se venden atuendos para actuar, altavoces o manuales para aprender coreografías.

Con 28 años, Han Xiaoyuan está al frente de una página de comercio en línea que organiza concursos de baile y vende equipos para los aficionados. El número de usuarios de su portal se ha quintuplicado en dos años y en la actualidad ya son 500.000.

Esta es solo una de las múltiples iniciativas que han nacido dentro de la economía de los «seniors», como viajes organizados o servicios financieros.

Además, el baile está cambiando la relación entre hombres y mujeres, no solo porque ellos cada vez participan más en esos bailes –mayoritariamente femeninos– sino porque se han tenido que acostumbrar a realizar las tareas domésticas mientras sus esposas bailan con sus amigas.

«Muchos miembros del grupo han enseñado a su marido a cambiar pañales y a dar de comer a los nietos», apunta Hong Aizhen, de 65 años, participante en un concurso municipal de Shanghái.

En un parque del centro, suenan varios estilos musicales, desde el cha cha cha al vals, pasando por marchas militares de viejas melodías revolucionarias.

«No se trata únicamente de ponerse en forma sino también de la cultura de un país próspero», defiende el «príncipe del baile callejero». «Las melodías que elegimos encarnan nuestro carácter nacional y nuestros valores». AFP




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