La madre del profesor Santiago Guevara, Laura García de Guevara. (Foto Cortesía)

Laura, al igual que la madre Venezuela, sufre por su hijo. La madre que reza y pide a gritos la libertad de su primogénito; él, enfermo, taciturno, sin esperanzas, sin justicia, sin libertad…

La menor de cinco longevas hermanas sufre; sólo pide que le den a su hijo. Las unidas hermanas García le hacen compañía y con ellas reza, al menos, tres rosarios al día. Sus únicos momentos de descanso son cuando su mente se va de paseo por un rato.

Lo primero que resalta es que “Santiago es un hijo que, de armas, no sabe nada, porque ése lo que ha hecho es estudiar desde los diez años que tuvo su sexto grado, y después su bachillerato a los 15, puro estudiar toda su vida”.

“Lo que hago es rezar y rezar porque me lo den”

¡Ése su lamento! La señora Laura García de Guevara acaba de cumplir 85 años, pero esta vez no lo celebró en Valencia con Santiago, con quien vive en su apartamento, sino en Puerto Cabello en la casa de su hermana mayor y su sobrina, donde se aloja a raíz de la detención de su hijo, el profesor jubilado de la Universidad de Carabobo, Santiago José Guevara García.

En un momento de lucidez que le permite el Alzheimer que padece en etapa inicial, entre sollozos refiere cómo es su hijo: “A Santiago le gusta cantar, es muy alegre, buen hijo. Buen amigo, muy estudioso;de pequeño nunca nos dio qué hacer por sus estudios, porque siempre fue muy brillante y muy obediente. Siempre le gustó la economía y su papá lo dejó que él escogiera lo que él quisiera, respetándole su vocación.”

Guevara García está detenido desde el 23 de febrero en la Dirección General de Contra inteligencia Militar, en Caracas, sin que todavía haya sido imputado por el juez de la causa, y cuya audiencia preliminar ha sido suspendida ya en cuatro ocasiones. Las condiciones de su detención son deplorables, a criterio de su abogado Kelvi Zambrano. Ya ha perdido más de 18 kilos, las patologías que presenta se han agravado considerablemente, ha sufrido varios desmayos, tiene semanas sin recibir luz del sol y debe pasar todo un burocrático proceso para recibir a tiempo sus medicamentos cada día. El cambio de lugar de reclusión le ha sido negado y una medida humanitaria no le ha sido concedida.

La señora Laura ha podido visitar algunas veces al docente, y en cada oportunidad su salud mental sufre un grave deterioro, ya que queda en llanto los días subsiguientes.“Tengo mucho tiempo que no lo veo, y cuando lo vuelva a ver lo que haré será abrazarlo. Me tiene muy preocupada su salud. La última vez lo vi muy delgado, taciturno, triste. Yo delante de él no lloro, para no ponerlo nervioso, me hago la fuerte, pero me tiene muy preocupada”, confiesa la dulce anciana.

A las instancias competentes le extiende el siguiente mensaje: “Pido a las autoridades que me den a mi hijo, que esté conmigo. Vivo pidiendo, muchos amigos me dicen que están orando por mi hijo”. Laura y Santiago, como Venezuela, ¡merecen justicia!

Nota de Prensa UC




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