En los ciclos históricos de las sociedades, siempre se presentan momentos de crispación, temor y desesperanza. Tal como lo que se puede sentir actualmente en nuestro país, debido a la avalancha comunicacional de un régimen que ya sabe por quién doblan las campanas. Lo normal, en este tipo de gobiernos, es que el deseo de mantenerse en el poder por cualquier medio degenere en imposición, y la historia está llena de casos en los que el mayor idealismo se transforma en tiranía opresora.

Ya nadie en su sano juicio, en esto que nos va quedando de país, duda de la magnitud del descalabro nacional

Ya nadie en su sano juicio, en esto que nos va quedando de país, duda de la magnitud del descalabro nacional, tanto por el espantoso deterioro de las condiciones socio-económicas y políticas, como por la crisis de legitimidad, de permanente violación de los derechos humanos, y de constante burla al Estado de Derecho.

Nuestro país transita un incierto y peligroso camino, trillado por la incompetencia, la corrupción y la hambruna; agobiado, oscurecido, prácticamente paralizado, engañado, desinformado, manipulado y lastimosamente postrado a la espera de un desenlace que muchos imaginan y otros tantos prolongan. Ahora bien, este no es el escenario ni el momento para el discurso anti-partido, anti-MUD, ni anti-político, que aparece malintencionadamente reduciendo las salidas viables y democráticas, como alternativas a golpes mesiánicos. La angustia y la incertidumbre no nos pueden conducir a tales desaciertos, pues no hay más espacio para el error. La rabia y la frustración pueden ser el impulso que active los cambios tan ansiados, pero no es lo más propicio para lo permanente.
Vemos con preocupación la aparición de una matriz de opinión – que muchos aceptan como normal premisa – que de haber alguna salida, pues será después del 2019; cuando la realidad es que el cambio político hace rato está cantado y la caída del gobierno es un hecho inevitable.

Por supuesto que el carácter totalitario del régimen coloca tantos obstáculos como los colocados por los nazis en el “Muro del Atlántico”, tratando de impedir el desembarco de los Aliados.

Acá vemos como este “totalitarismo colorao”, mediante el control político y militar, de la represión y la coacción, o esperando como Godot, por unas de condiciones económicas más favorables, como una eventual subida de los precios del barril de petróleo, pretende y sueña con atornillarse en el poder.

Pero, no pueden negar que su tiempo se haya agotado; que su poder esté totalmente deslegitimado; que ahora no representen ni siquiera a ese confundido y hambriento pueblo, demagógicamente llamado “soberano”. Por supuesto que están al tanto de esa inevitable realidad, pues esa costosa Sala Situacional roja se los reitera en cada reunión: todos los estudios de opinión señalan que el 80% de la ciudadanía clama por elecciones ya. Ahora acá aquello de “los Ni-Nis” dejó de existir, la polarización quedó en el ayer y hasta una considerable proporción del chavismo dejó de creer en ese parapeto y esta verdad que le estalló en el rostro al gobierno, es algo que va más allá del ordinario cambalache del análisis por propaganda.

Coincidiendo con estas apreciaciones, recientemente leíamos lo anotado por Daniel Fermín en el editorial de la Revista “Politika UCAB”: “Los venezolanos tienen sus esperanzas puestas en lo electoral. La salida está en votar. Todos los caminos conducen al CNE, el mismo que hoy, orwellianamente, hace todo lo posible por impedir que se realicen elecciones en Venezuela, unas elecciones que sus superiores en el partido de gobierno no tienen manera de ganar…”

En estos momentos, en toda nuestra extensa geografía nacional, se encuentran ciudadanos que están resolviendo los problemas que nosotros soñamos resolver, y no lo hacen solos. Ellos también necesitan de nosotros, para juntar las piezas y entender mejor el todo, y particularmente el cómo transitar ese campo minado de resentimientos, mentiras, demagógicas y gastadas promesas. Los políticos, a lo suyo, y nosotros, pues a apoyarles, como lo hemos hecho, al revalidar a los Partidos Demócratas, con confianza y entusiasmo, sin caer en las trapisondas de un régimen que va de salida. Nos urge rehacer el espacio de la política y dinamizar los sujetos políticos, pues sin organización política no se puede alcanzar el gobierno y mucho menos el poder. Los grandes males de nuestra nación son estructurales y las soluciones también lo han de ser. De ahí que la acción política, con todas sus insuficiencias pero también con todas sus virtudes, sea indispensable.

De acuerdo a una definición de Aristóteles, la política es el arte de hacer lo posible, en tanto que para el polémico pensador francés Charles Maurras, la política es hacer posible lo necesario. De no ser así, nos quedaríamos anclados en la mera posibilidad de lo posible.
Manuel Barreto Hernaiz




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