Todos queremos que termine pronto esta etapa de nuestra historia contemporánea, una sobrevenida por el terrible descuido de las clases sociales más necesitadas por parte de quienes detentaron el poder y administraron muy dispendiosamente la inmensa riqueza venezolana en la segunda mitad del siglo pasado,con pírricos logros en infraestructura y desarrollo social visto a la luz de los recursos empleados. Claro que se hizo mucho, hobo avances y mejoras, pero logros totalmente exiguos si los medimos en términos relativos a lo que se invirtió para alcanzarlos.Lo que ha sucedido después con nuestra sociedad y con todas nuestras instituciones es harto conocido. Por ello,todos queremos regresar a lo que teníamos cuando “éramos ricos y no lo sabíamos”.Quizás ahora hagamos promesa formal de una mejor redistribución de nuestras fortunas, para que muchos más de nosotros podamos acceder a los frutos de esa riqueza.

Pero realmente muy pocos creemos que eso se de porque repentinamente lleguen los marines de la infantería norteamericana a las costas de Falcón una madrugada cualquiera, ni tampoco porque marchemos bajo el inclemente sol con la bandera como uniforme, arma y escudo. Las guarimbas y demás tácticas urbanas tampoco ayudan a la causa. No creemos poder lograrlo mientras no exista un liderazgo fidedigno, una oposición efectivamente unida y un mensaje muy claro que cautive a la mayoría de la población,la cual está totalmente insatisfecha con el modelo actual pero también con la alternativa, ya que ésta sigue representando el modelo anterior. Un mentado Bernabé es claro ejemplo de este desastre de oposición. Como dijo el afamado filósofo socialdemócrata venezolano: un autosuicidio. Por lo tanto, aun cuando suene muy penoso y antipático, la verdad es que no creemos que esto vaya a terminar por ahora.

Entonces no queda más remedio que pasar por el duro ejercicio de conciliar lo que queremos con lo que creemos y enfocarnos en la cruda realidad. Posiblemente habrá elecciones presidenciales en el 2024,las cuales debe ganar el incumbente sin mayores problemas; principalmente por falta de contrincante. Luego en el 2025 se celebrarán elecciones generales para todos los demás cargos, donde se reforzarán algunos liderazgos centrales y regionales de lado y lado, quienes en conjunto conducirán los destinos del país hasta el 2030. Hasta ahí el camino político previsible.

Lo otro es lo socio-económico.El gobierno ha dado claras demostraciones de un viraje ideológico que busca alistar los pocos recursos actualmente disponibles, que son aquellos que están en manos del sector privado.Se aprecia una cierta flexibilización, tanto por acción como por omisión, como en el caso de permitir la dolarización y dejar de lado la Ley de Precios Justos, así como atender con mayor interés los llamados de los líderes gremiales y ofrecer algunas soluciones. Tenemos que aprovechar el momento, participar, proponer y ejecutar en la medida de las posibilidades de cada uno. Enfocados siempre en lo que buscamos, aquello que queremos.

La economía crecerá nuevamente en el 2022 al tenor de un 7.5 a 10%, lo cual es el doble de lo alcanzado en el 2021 yel año próximo debería mantenerse este ritmo de crecimiento sostenido; algo que añoramos pero que aún es insuficiente. Necesitamos 15 años creciendo 7.5% anual para llegar a un PIB de US$ 200 mil millones, o los mismos 15 años al 10% de crecimiento para llegar a US$300 mil millones. Para ello deben levantarse las sanciones, sine qua nony poder así lograr financiamiento privado y multilateral que permita recuperar la infraestructura productiva y social, aprovechando la extraordinaria resistencia y resiliencia de nuestros empresarios para rescatar el que siempre hemos creído que es el mejor país del mundo.

Dr. Guillermo Mendoza Dávila
guillermomendozad@gmdconsultor.com




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