Los católicos celebramos cada primero de noviembre el Día de Los Santos, que es eminentemente una fiesta religiosa que se ha extendido a todos los país del mundo de tradición cristiana.

Esta fiesta tiene su origen durante la persecución de los cristianos por el emperador Diocleciano. Al causarse muchas muerte no se podía celebrar una rememoración en nombre de cada una de ellas, por lo que se decidió establecer un día, aunque no fue hasta el siglo VII, y gracias a Bonifacio III, que en el año 609 se declaró la fiesta de Todos los Santos en el mes de mayo. Sin embargo el Papa Gregorio III en el siglo VIII quien cambio la fecha al primero de noviembre.

En este día la iglesia celebra fiesta solemne por todos aquellos difuntos que, habiendo superado el purgatorio, se han santificado totalmente, han obtenido la visión beática y gozan de la vida eterna en la presencia de Dios. Por eso es el Día de Todos los Santos.

No se festeja sólo en honor a los beatos o santos que están en la lista de los canonizados y por los que la Iglesia celebra en un día especial del año; se celebra también en honor a todos los que no están canonizados pero viven ya en la presencia de Dios.

De acuerdo a un trabajo publicado por la Agencia Católica de Informaciones, esta es verdadera fiesta de estos días, porque celebrar a los monstruos y a las brujas no es de cristianos.

Refiere además que los santos no son personas diferentes de nosotros. En todos los tiempos ha habido santos, de diferente edad, unos niños, otros jóvenes, adultos, viejitos, hay santos y hay santas, unos flaquitos, otros gorditos, unos muy inteligentes otros muy sencillos, algunos han nacido muy ricos otros fueron muy pobres, unos son blancos otros negros, unos han sido santos desde pequeños, otros llevaron una vida en la que no conocían a Dios, y se portaron muy mal, pero cuando se encontraron con Jesús, cambiaron, y decidieron ser felices siguiéndolo.

Todos, pero todos, estamos llamados a ser santos, Dios nos quiere santos, y para eso nos dio el Don de la Fe, fue su regalo cuando nos bautizaron, y todos los que estamos bautizados tenemos que ser santos, pero también tenemos que querer serlo.

Ser santos es querer seguir a Jesús, actuar como él, hacer el bien como él, amar como él. Ser santo es ser amigo de Jesús.

La iglesia católica ha beatificado hasta ahora a tres venezolanas que llevaron una vida cristianamente ejemplas. Son ellas las religiosas María de San José, Candelaria de San José y Carmen Rendiles Martínez.

La beatificación es el paso previo a la canonización, por lo que los venezolanos seguimos esperando que en esta lista se incluya al doctor José Gregorio Hernández, un bondadoso médicos que hasta ahora tiene la categoría de cirvo de Dios.



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