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Los llantos de María Magdalena retumbaron en el Cerro de la Estrella, ubicado en la alcaldía de Iztapalapa, al oriente de Ciudad de México, al ver a su Jesucristo crucificado en lo alto este viernes, rodeado de miles de personas que presenciaron esta interpretación de las últimas horas de vida del Mesías.

Esta tradición arrancó hace 175 años, en 1843, luego de que el barrio padeciera un brote de cólera que diezmó a la población, en su mayoría indígena, y que desapareció milagrosamente tras venerar imágenes de Cristo en varias ermitas del entonces pueblo.

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«Es emocionante que vengan personas de otros lados. (…) Lo que se inculca a las personas con esto es fe, unión, solidaridad, es lo que nos enseña Jesucristo», explicó a Efe Felipe Rosales, quien interpreta a uno de los múltiples romanos de la representación.

Y es que el evento cuenta con miles de iztapalapenses que muestran su pasión dando vida a los múltiples personajes relevantes en la vida de Jesús, como la Virgen María, Poncio Pilato o Judas.

Otros prefieren portar una cruz a hombros como nazarenos para así prometer, pedir o agradecer algo a Jesús, el papel más codiciado por los jóvenes cristianos de los ocho barrios de Iztapalapa.

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Este año el afortunado fue José Antonio Reyes, un joven de 23 años que dio vida con maestría a uno de los personajes más importantes de la historia, produciendo en algunos momentos confusión entre si estaba interpretando un papel o si realmente estaba sintiendo la vida de Jesús.

En el momento de los latigazos tras ser juzgado, incluso se pudieron apreciar lágrimas corriendo por sus mejillas, igual de impactantes que los llantos de María Magdalena y la Virgen María durante las caídas del joven en el camino a la cima del cerro.

El silencio fue sepulcral durante la crucifixión de Cristo, cuando este y su intérprete, ya agotados, provocaron profunda emoción en los presentes, en su mayoría de Iztapalapa que dan un valor superlativo a esta semana por encima de las del resto del año.

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José Antonio mostró gran profesionalismo y calma durante toda la jornada, y supo reflejar la calma y emoción que, dijo a Efe antes de salir a escena, le ha dado interpretar este papel.

«Lo he hecho con respeto, amor y honestidad. No me siento nervioso, estoy emocionado», detalló este joven que fue elegido sin haber actuado anteriormente en la Pasión, situación que no se daba desde hacía 15 años.

Para todos los presentes esta tradición es algo sagrado, pues «no solo es un tema de religión, sino que es una tradición orgullosamente de Iztapalapa. Estos días el pueblo se vuelve una familia», comentó José Antonio.

Felipe Rosales coincidió con él: «En estas fechas nos unimos todos los pueblos de la delegación, los ocho barrios se juntan porque compartimos la misma fe».

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Incluso abundan en esta celebración niños desde 10 años que llevan una pesada cruz a la espalda para venerar a Jesús y otros de la misma edad que presencian en primera fila los latigazos y la crucifixión, imagen que suele resultar chocante para los nuevos asistentes.

Aun así, para las familias de Iztapalapa esta es la mejor manera de enseñarles la historia de su delegación, además de los valores de la religión, en un país que tiene un profundo arraigo en la religión católica.

Este año, a diferencia de lo habitual en los anteriores, el sol brilló todo el día, excepto en algunos momentos en los que la contaminación de la Ciudad de México o pequeñas nubes lo ocultaron parcialmente, pero la lluvia no estuvo presente.

Una vez más, las estrechas calles de Iztapalapa se llenaron de fervor religioso acogiendo a familias naturales de esta delegación y miles de visitantes de otras partes del país que acudieron a presenciar este espectáculo que pretende convertirse en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Según las autoridades, en la representación, que presenciaron durante su recorrido unos 2,1 millones de personas, participaron unos 3.000 nazarenos y fue custodiada por 5.000 agentes de la policía. EFE




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