Foto: (The New York Times)

En La Guajira venezolana, el contrabando de gasolina es una alternativa de subsistencia, allí los niños muy especialmente, salen a las calles a ganarse la vida. Desde las 8 de la mañana llenan o sacan combustible de cuanto carro consiguen.

En la frontera existe un contraste demasiado marcado de precios del combustible. Llenar un tanque en Venezuela cuesta 1,20 dólares, en Colombia 28 dólares. Es decir, da para vivir, máximo en una tierra como la guajira donde no se propicia ni la agricultura, ni la ganadería, dada las altas temperaturas.

De tal manera que sobrevivir es el reto para esos pequeños venezolanos, que encuentran en el negocio de la venta del combustible del país a los extranjeros colombianos, según un reportaje del diario The New York Times en español.

Para PDVSA salen por lo menos 100.000 barriles de gasolina ilegal con destino a Colombia.

Venezuela: La gasolina más barata del mundo

En la frontera con Colombia, y especialmente en la parte que comparten el departamento de La Guajira en el estado Zulia, se hace evidente el paso de combustible, así como la venta ilegal dentro del mismo territorio venezolano. A pesar del aumento anunciado por el presidente Nicolás Maduro en febrero de 2016, la gasolina sigue siendo la más barata del mundo.

Desde Diciembre de 2016, la gasolina en la frontera se vende a precios internacionales para evitar el contrabando, luego de una decisión presidencial, pero sigue siendo un negocio lucrativo en esa tierra donde no hay muchas opciones para salir adelante, en un país donde la crisis económica toca la satisfacción de una de las necesidades vitales del ser humano: alimentarse.

Docenas de niños venezolanos en el negocio 

Al menos 12.000 bolívares se logra ganar un pimpinero —el que saca o carga gasolina de los coches—en un día de trabajo. Es la escala más baja de ganancias de un negocio diversificado. Todos tienen su puesto en este comercio. Incluso los niños, que suelen trabajar para sus familiares o para conocidos. En cada puesto puede haber de tres a cinco niños. Solo en Los Filúos, la cantidad de adolescentes y preadolescentes que trabajan con el contrabando de gasolina se cuenta por docenas.

El reportaje describe dramáticamente la situación de los pequeños: ‘Sal, nos estamos muriendo de hambre’

“La primera vez que tuve que chupar de la goma para sacarla de un carro fue horrible, se me quedó todo el sabor en la boca. Daba igual lo que comiera, todo me sabía a eso. Ya me estoy acostumbrando. Como cornflei y se me quita el sabor”, cuenta Álvaro, que lleva muy poco en el negocio».

Entretanto las aulas se mantienen vacías, mientras en las calles con cabezas envueltas en arapos se protegen del inclemente clima, mientras trabajan por el pan nuestro de cada día.

The New York Times




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