Aprendimos a contaminar con ruido nuestros ambientes naturales. En eso estamos entrampados. Pero, con un pequeño experimento, comprobamos cómo son de fascinantes algunas virtudes del silencio. Apartados y concentrados por un instante, tomemos conciencia de nuestro cuerpo, de la respiración, y quedemos quietos, “nada hagamos” durante un breve tiempo. ¡Sólo un minuto silencioso! No es el silencio que guardamos por un duelo u ocasión parecida. Es el silencio voluntario que “quitamos” a nuestro tiempo. Es el silencio del beneficio. Lo han sugerido filósofos y sabios; por eso dicen que “el silencio es oro”.

Entrar al minuto de silencio parece detener el tiempo. ¡Es algo mágico! ¡No hablamos! Es un tiempo de estar sin movernos: “Soltamos dedos, manos, piernas, cuello. Pero podemos cerrar suavemente los ojos, también, sin pensar en sueños o dormir. Concentrémonos viendo hacia abajo, sin mirar nada especifico. El tiempo que llenemos de silencio, incluso en un día bullicioso, difícil y ajetreado, es como ver caer una cascada sin entrar en ella… Gran parte de la desdicha humana viene de la incapacidad de lograr reposo en el ambiente que encontremos… Pero podemos encontrar silencio estando, aun, en zonas ruidosas…

Guardar silencio, por uno o más minutos, consiste, también, en dejar el mal y mañoso hábito de meternos en conflictos que surjan en el trabajo, o en la familia neurotizada, o en cualquier otra condición vital, psicológica o social negativa. Guardar silencio un rato es también, por ejemplo, esperar antes de “saltar” a responder a cuanto correo electrónico desagradable nos llegue, exigiéndonos una inmediata respuesta. Silenciarnos es dejar de lado, por un momento, el exigente y apremiante sonido (“pitico”) de cada mensaje del WhatsApp, que nos persigue día y noche, y que nos exige responsabilidad, a como dé lugar…

¡Ya ha terminado la pausa voluntaria!… Sesenta o más segundos de silencio han “volado”, aunque el tiempo no pasa tan deprisa, como muchos angustiados creen… ¿Lo hemos notado? Aunque breve, sólo hemos abierto un espacio distinto, natural, sano. ¿Lo vimos? Ahora sentimos más nítidas las fronteras económicas y sociales, y los contornos del mundo… Varios problemas han desaparecido, aunque pocos podríamos descubrir, al detenernos a veces, elevar la mirada, suspirar suave, y decir: ¡Necesito un minuto de silencio! Tener Fe en lo que hacemos, comunicarnos solo con nosotros mismos, es vital para conocer la “magia de un minuto de silencio”. Insistamos y veremos como funciona.




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