Niños y ancianos están en la primera fila de sufrimientos del momento tensional que vive Venezuela. El país está saturado de residuo emocional y basura política. Los ciudadanos han acumulado niveles increíbles de ineficiencia y estrés. Dentro de este duro panorama, es inmenso el malestar y las carencias que arrastran los ancianos, en particular. El fuerte deterioro del físico senil aumenta la necesidad de una compañía para seguir viviendo. Las personas abandonadas, carenciadas y desasistidas, son blanco fácil para enfermedades psicosomáticas; el sufrimiento se presenta en el plano físico y psicológico, con marcada influencia en la esfera social. En todos estos planos, las repercusiones convergen hacia la depresión, como causa y producto, parte de un ciclo de trastornos psico-físicos. Cualquier proyecto de vida, basado en las familias, significa para el anciano contar con alguien que esté presente en los instantes de los auxilios y emergencias graves.
Entre el 5% y 10% de los ancianos sufren del mal trato en sus familias
Entre el 5% y 10% de los ancianos sufren del mal trato en sus familias. En el 57% de casos de trato indebido contra ancianos, los agresores resultan ser los hijos biológicos o políticos. Las víctimas de agresiones son, en principio, mujeres mayores de 65 años, de escasos recursos económicos, físicos y sanitarios con alguna discapacidad funcional o cognitiva. Las agresiones físicas son mucho más fáciles de descubrir, porque dejan algún tipo de huella, pero el trato psicológico violento, convertido en problema, suele permanecer durante largo tiempo oculto, por la resistencia de los pacientes a confesar que un familiar se aprovecha de sus debilidades.
En la cultura latinoamericana poco se ha respetado el derecho del anciano a vivir una vida digna y apreciada. Las personas somos seres vinculares, necesitados del vínculo afectivo, y de todas las formas del dar, recibir y compartir amor. En edades avanzadas, el vínculo afectivo es una necesidad de alta prioridad, y es entonces cuando, al contrario, está más ausente. El anciano requiere compañía humana constante, porque la soledad es una de sus mayores enemigas. Debido a los cambios biológicos crecientes, la persona se vuelve muy dependiente: Hay pesimismo, tristeza, pérdida de memoria, trastornos de conducta, incapacidad para manejar sus bienes, para comprender el significado de los procesos y eventos diarios. Incluso puede aparecerse el perturbador mal de Alzheimer. El deterioro cerebral produce cambios drásticos de personalidad: Las ideas paranoicas se manifiestan en todo instante –con pérdidas de memoria-, y esto genera muchos conflictos familiares. Los ancianos pueden llegar a etapas de total dependencia.
Si nuestros padres nos dieron la oportunidad de prepararnos para la vida, al final de sus vidas los hijos estamos en la obligación moral de cuidarlos. La mejor terapia para vencer la soledad y depresión, de hecho, es la integración familiar, en torno al anciano. Mientras estos cuidados sean más una retribución de amor a quienes nos dieron vida, protección y educación, mucho más auténtica, natural y genuina, lo sentirá el anciano; mayores serán los efectos de sanación de los problemas que viva el anciano… Los ancianos no son una carga pesada para sus familiares y allegados, pero sí son una gran carga de experiencia, de conocimientos y valores acumulados, listos para pasarlos a las nuevas generaciones de ciudadanos…