Mucha gente, frustradas y adoloridas, presas por las hirientes adversidades que les afectan en sus vidas, quedan desorientadas durante largo tiempo. Esta gente se culpa de lo que ha ocurrido, llegan a vivir en abierta resignación y bajo el peso de la ansiedad y frustraciones acumuladas; algunos se dedican o buscar culpables con ensañamiento, y como no los consiguen, los inventan y les convierten en blancos de sus permanentes absurdos. Así, es obvio que no pueden avanzar para dar una solución a sus crecientes problemas. ¿Cómo manejarnos en circunstancias frustrantes, adversas, a veces dramáticas, y ponerlas a nuestro favor?

El caso es que otras personas buscan las más rápidas salidas ante el fracaso, reinterpretan lo que les ha acontecido, reconocen las dificultades, recuerdan el peso de las emociones negativas que han experimentado, y pueden llegar a considerar lo ocurrido, entonces, como un aprendizaje más en sus vidas: ¡como una buena experiencia! ¿Qué hacen en adelante? ¡Hacen lo más apropiado para salirse del estancamiento en ese “charco”, que ellos mismos se encargaron de llenar con barro y contaminantes! Esto es: ¡“pasar la página” y promover una solución eficiente!

El éxito va a depender de la acción correcta, que es aquella más descargada de revanchismos, y despejada de posturas vengativas. Un paso grande es aceptar, dignamente, lo que ha ocurrido. Estar atentos para no quedarnos “discutiendo con nosotros mismos”, con argumentos engañosos, con el revanchismo todavía “caliente” y pendiente. Tampoco buscar confrontar, o preguntar a otras personas, sobre si lo que ha pasado es bueno o es malo, sobre si valió la pena, o si hay culpa de “fulano” o “mengano”. El daño mayor de este momento sigue activado: ¡es la fuerte presión psicológica existente, que nos impide vaciarnos de la carga emocional que todavía, quizás, no ha sido domesticada!…

El tiempo transcurrirá siempre en contra mientras nos empeñamos en negar o subestimar los hechos, al decir, por ejemplo, que “no ha pasado nada”, o al opinar que “nada importa”. Aún peor sería lo que hacemos, si escogemos sufrir un poco más mientras nos declaramos culpables (“pobrecito yo”), o al buscar, nuevamente, a un responsable (“hacer cacería de brujas”). Todo esto sería una seguidilla de los ya repetidos errores. Así, no nos quitarnos el peso del fracaso, ¡cuyo origen sigue siendo la trabazón para limpiar nuestra consciencia,… y decidir avanzar!

Entonces: ¿Cómo aceptar lo ocurrido y eliminar el agrio peso emocional? ¡Dejémonos de excusas, y admitamos los fracasos! ¡Démonos permiso abierto, franco y total, para ser dignos! Por el momento, ¡no fabriquemos nuevos problemas sin antes reconocer que estamos afectados por otros! Podemos sentir miedo, tristeza o molestias, depresiones y angustias, inclusive bajones en nuestra autoestima, y así seguiremos mientras no aprendamos a definir, en palabras muy francas, qué es lo que nos afecta. Para ello, la ayuda honesta que solicitemos de parte de alguien, sin avergonzarnos, que incluya a más de una conversación honesta, puede ser de gran utilidad. Aunque no seamos tan precisos en los primeros momentos…

¿Qué podemos sacar de todo esto? ¿Qué beneficio nos aportará? ¿Qué partes de los   planes fallidos en nuestra vida pueden ser cambiadas? ¡No nos “ahoguemos en un vaso de agua”! !Dejemos de lado la arrogancia, y apresemos la soberbia, sólo para comenzar! ¡Sinceridad y franqueza, con nosotros mismos, son el principio de toda solución en el manejo de las adversidades!




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